«A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos.»
(1 Timoteo 6:17, NVI)
Si algo sabe usted de Gloria y de mí, es que creemos que la voluntad de Dios para Su pueblo es la prosperidad. Creemos en que Él se complace de la prosperidad de Sus siervos.
A través de los años, a medida que hemos aprendido a confiar y a obedecerle a Dios, Él nos ha BENDECIDO más allá de nuestros más grandes sueños. Sin embargo, cada vez que las personas se impresionan con esas bendiciones, rápidamente les hacemos saber que esos regalos los hemos recibido gracias a la bondad del SEÑOR. Tratamos de hacerles entender a todos que no hay nada de especial en nosotros. Sólo somos creyentes quienes descubrieron que Dios nos ama, y quiere BENDECIRNOS. Por consiguiente, confiamos en esa verdad, obedecemos a Dios… ¡y Él nos bendice!
Además, también deseamos que las personas sepan que son tan preciosas para el SEÑOR como nosotros. Y que si continúan viviendo en Él y desarrollando su fe, pueden disfrutar ¡LA BENDICIÓN que nosotros disfrutamos!
Es importante que todos recordemos eso a medida que prosperamos. Es vital que mostremos nuestra prosperidad no con orgullo, sino con humildad y en amor. Debemos darnos cuenta que los demás pueden sentirse intimidados por las BENDICIONES que hemos recibido. Pueden sentir que de alguna manera son menos importantes que nosotros. Pero todos debemos aprender a recibir y a vivir en el amor de Dios.
Actuar de otra manera, es simplemente un acto de inmadurez. Y nos llevará al nivel en que cayeron dos estudiantes del instituto bíblico, de quienes me habló un amigo mío. Uno de ellos; le presumía al otro su automóvil nuevo, su ropa nueva y todas las bendiciones que había recibido. A medida que continuaba explicándole cómo las había recibido, el segundo estudiante no pudo más y replicó: «¡Gran cosa! Todas esas cosas terrenales se van a quemar de todos modos. Por consiguiente, cuando lleguemos al cielo, tu pila de cenizas será más grande que la mía».
En realidad, ese hombre tenía razón. Aunque Dios nos ha dado cosas buenas para que las disfrutemos, la única manera en que tendrán valor en la eternidad, es si las usamos para BENDECIR y animar a los demás. La única manera en que no sean sólo un montón de cenizas, es que las administremos con humildad y con amor.