«Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.»
(Romanos 12:1-2)
Hoy en día, la Iglesia se encuentra al borde de una importante linea de demarcación. Y yo creo que ésta es la ultima frontera que nos separa de la plenitud de la gloria de Dios. Y al otro lado, se encuentran las grandes manifestaciones del poder de Dios que la Tierra jamás ha visto. ¿Cuál es esta ultima frontera?
Vivir en santidad.
Así es, la santidad es la frontera final en la carrera. Y la vamos a alcanzar antes de que Jesús venga por nosotros. Sé que podremos lograrlo, pues en la Palabra se afirma que Él viene por una Iglesia gloriosa, sin arruga ni mancha (Efesios 5:27). En otras palabras, Él viene por una Iglesia santa.
Algunas personas se emocionan más por pertenecer a una Iglesia gloriosa que por ser una Iglesia santa. Creen que la gloria de Dios es emocionante, y que la santidad es aburrida. ¡Eso no es cierto! Tanto la gloria como la santidad son maravillosas; usted no puede gozar de la plenitud de una sin la otra.
La razón es sencilla. La santidad permite que la gloria se manifieste. Entonces mientras más andemos en santidad, mucho más se dispondrá Dios a derramar Su gloria sobre nosotros. Santidad es una palabra extraordinaria para muchos. Sin embargo, sólo significa: “apartarse para el servicio del Señor”.
Debería darnos hambre por la santidad después de saber esto. Tendría que entusiasmarnos más que nunca, a fin de apartarnos de lo mundano, e ir en búsqueda de lo espiritual. Tendríamos que anhelar obedecer lo escrito en Romanos 12:1-2.
Por tanto, comprométase a ser santo. Preséntese ante Dios como un sacrificio vivo. Avance hacia el reino espiritual —corra hacia la frontera final—.