«Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.»
(1 Corintios 4:5)
Una de las características más asombrosas del amor es que todo el tiempo cree en lo mejor. El amor no critica ni juzga a los demás. Aun cuando hagan algo muy malo, el amor declara: “Sé que estuvo mal lo que esa persona hizo, pero no puedo juzgar su corazón. Decido creer que hizo lo mejor que pudo haber hecho, y lo trataré con la misericordia que a mí me gustaría recibir si yo estuviera en sus zapatos”.
Sé que algunas veces parece extremadamente difícil actuar de esa manera. A continuación le diré algo que lo ayudará. Cuando sea tentado a salirse del camino del amor, y caer en contienda al juzgar a un creyente, recuerde lo que se nos enseña en Romanos 14:4, y pregúntese: « ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme».
El diablo tratará de presionarlo para que usted juzgue a esa persona. Lo presionará a declaralo culpable o inocente. Pero no se rinda ante esa presión. No es su trabajo juzgar a los demás. (¡Ése es un alivio!). De hecho, en la Biblia leemos que no juzgar nos beneficia, pues eso nos salvará de un juicio en nuestra contra. Jesús dijo: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido» (Mateo 7:1-2).
Si usted asiste a una iglesia en donde el pastor ha hecho algo malo, y lleva un estilo de vida equivocado, y usted no desea seguirlo, está bien. No lo culpo. Deje esa iglesia y vaya a una donde haya un pastor en quien usted pueda confiar y al que pueda respetar. Pero hágalo discretamente. No siembre discordia en la iglesia antes de irse.
Quizá se sienta tentado a hacer algo para que el pastor pague por el daño que le ha hecho a usted y a otros, pero resista esa tentación. Retírese amándolo, orando por él, y deje que Dios se encargue de él como el Señor lo crea conveniente. Dios amonesta de manera muy fuerte a los creyentes, y ministros que han sembrado discordia entre los hermanos. Dios aborrece la discordia y ésta es abominación para Él (Proverbios 6:19).
A nosotros nos corresponde orar por misericordia, en lugar de juzgar. Dejémosle el juicio al SEÑOR.
Lo más importante de todo, es que usted se vaya de esa iglesia de manera honorable y sin amargura; y que su salida quede marcada por la paz y el amor. Si lo hace, será una BENDICIÓN adondequiera que vaya.