«Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.»
(Efesios 4:1-2)
Cuando usted no permite que la paciencia fortalezca y respalde su vida de amor, expresa cosas como la siguiente: “Ya he tenido suficiente de su mal comportamiento. No hay excusa para que se comporte de esa manera, y no pienso soportarlo un sólo segundo más”.
Todos hemos dicho cosas así en alguna ocasión. Por lo regular, sentimos que tenemos toda la razón de hacerlo, quizá estamos tan seguros de estar en lo correcto que llegamos a pensar que Dios nos dará la razón y respaldará la actitud que tenemos de juzgar.
Sin embargo, la Biblia establece claramente que Dios nunca estaría de acuerdo con algo así. En cada situación, la Biblia nos instruye a ser pacientes y considerados unos con otros; pues nos amamos unos a otros. En Gálatas 6:2, leemos: “Lleven (soporten, carguen) las cargas y problemas de faltas morales, y de ésta forma cumplirán y guardarán la ley de Cristo…” (AMP).
Cuántas veces hemos caído en la tentación de no ser pacientes con los errores de los demás, y los hemos criticado y juzgado. Cuán a menudo nos rehusamos a ser flexibles con los demás. Sin embargo, cuando tropezamos y pecamos, rápidamente nos excusamos diciendo: “En realidad no fue mi intención hacer eso, sólo cometí un error. No fue la verdadera intención de mi corazón”. Es fácil juzgar a otros por sus acciones, y a nosotros por nuestras buenas intenciones.
Llegaremos más lejos en nuestra vida de amor si revertimos este procedimiento, siendo duros con nosotros mismos, y más comprensivos con los demás. Y para lograrlo, nos ayudará ser conscientes de la verdad espiritual, que si nosotros juzgamos a los demás duramente; con el tiempo, nos juzgarán con esa misma dureza (Mateo 7:1-2). La Biblia enseña que recibiremos una: «medida buena, apretada, remecida y rebosando…» (Lucas 6:38), de todo lo que hagamos con los demás.
Eso significa que si criticamos y somos impacientes con nuestros hermanos cuando fallan; ellos también nos criticarán y serán impacientes con nosotros cuando fallemos. Por otro lado, si somos pacientes y bondadosos con la imperfección de los demás, recibiremos esa paciencia y esa bondad a cambio.
Ninguno de nosotros es perfecto. Seamos conscientes o no, todos tenemos defectos que a veces nos harán tropezar y fracasar. ¿Qué tan doloroso podría ser ese fracaso? Dependerá mucho de la manera en que hayamos tratado a los demás. Si los hemos apoyado paciente y amorosamente llevando junto a ellos sus faltas, nuestros errores serán suavizados, y estaremos rodeados de la bondad de los demás en el momento que fallemos y tengamos necesidad.