«Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones.»
(Deuteronomio 7:9)
A fin de entender mejor el mensaje de la Biblia, debemos leerla como si estuviéramos recibiendo una continua revelación de Dios. Esto quiere decir, que cada parte debe ser interpretada según lo que continua. Por ejemplo, las cartas dirigidas a las iglesias en el Antiguo Testamento, nos ayudan a comprender mejor los Evangelios. Y todo el Antiguo Testamento, se ve diferente bajo el entendimiento del Nuevo Testamento.
Por esa razón, en el Nuevo Testamento, a través de Jesús, Dios reveló la plenitud de Su naturaleza. Al tomar forma humana, Él pudo comunicarse con la humanidad a través de un lenguaje que pudiéramos comprender. Finalmente, pudo mostrarse a Sí mismo como el Dios de amor.
En los tiempos del Antiguo Testamento, las personas no podían comprender que el Señor es un Dios de amor. Cuando Dios descendió de la montaña para hablar con los hijos de Israel, el lugar estaba lleno de truenos y humo; entonces el pueblo sintió miedo y huyó. Ellos no podían comprender que ese Dios, que hacia temblar la Tierra, fuera un Dios de amor. Su grandeza y Su poder los sobrecogió. Por tanto, aunque el SEÑOR les jurara que sería fiel, misericordioso y que guardaría Su pacto con ellos, el pueblo de Israel una y otra vez, hubieran retrocedido y expresado: “Moisés, ve a hablar con Dios por nosotros y cuéntanos lo que Él te diga. Porque nosotros tenemos miedo de hablar con Él, pues ¡podría matarnos!”.
Con esa mentalidad, recibieron los Diez Mandamientos. Por consiguiente, interpretaron Sus mandamientos como el ultimátum de un dictador quien les ordenó: “Obedezcan o morirán”.
Sin embargo, bajo el entendimiento del Nuevo Testamento, nos percatamos que ésa no era la intención de Dios. Pues lo que Él deseaba era BENDECIRLOS, establecer un pacto con ellos y ofrecerles ser su Todo.
El SEÑOR les declaró: No tendrán otros dioses fuera de Mí. Ninguno de ellos los amará tanto como Yo. Y ninguno de ellos suplirá sus necesidades como Yo.
No deseen las cosas de su prójimo. Yo tengo más que suficiente para proveerles a ambos. Les daré todo el bien que deseen. Por tanto, no roben, sólo pídanmelo.
No codicien a la mujer de su prójimo. Yo les amo, y tengo a una mujer tan hermosa como ella para ustedes; por tanto, pongan su mirada en Mí y permítanme traerla a su vida.
Es una lástima que el pueblo de Dios, en el Antiguo Testamento no entendiera eso. Pero es aún más penoso que hoy en día, nosotros tampoco comprendamos el amor de Dios. Bajo el entendimiento del pacto de Sangre que Jesús estableció con nosotros, deberíamos ver siempre los Diez Mandamientos como los Diez Mandamientos del amor.