«Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.»
(Juan 15:4, NVI)
Cuando comprenda que el amor, como un fruto del espíritu, solamente crecerá en su vida al permanecer en Jesús; usted será más diligente en invertir tiempo en Su presencia. Comenzará a tener comunión con Dios todos los días, y no sólo los domingos. Se acercará al SEÑOR a diario, siendo consciente que la vida sobrenatural del amor sólo proviene de una comunión constante con Él.
La verdadera e inquebrantable comunión con el SEÑOR, sólo se produce al permanecer en comunión con Él durante todo el día. He descubierto que cuando aparto un tiempo para enfocarme exclusivamente en Dios, puedo sintonizarme con facilidad en mis otras actividades. Si cada mañana me ocupo primero de mi unión con Jesús, me es más fácil mantener esa unión durante todo el día.
Esto es muy importante, pues Jesús dijo: «El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman» (Juan 15:6, NVI). La palabra secar significa: “Marchitarse, perder o causar perdida de energía, fuerza o frescura”.
Al cortar una rama de la vid, ésta empieza a morir. No importa que tan cerca esté de la vid, si no está unida a la vid; no habrá vida que sustente esta rama. La savia de la vid no fluirá hacia la rama.
Lo anterior ejemplifica muy bien, lo que podría sucedernos si no permanecemos en comunión con el SEÑOR. Cuando nos ocupamos tanto que ya no tenemos tiempo para estar con Dios en oración y en Su Palabra, y cuando comenzamos a preocuparnos por las cosas naturales de ésta Tierra, y nos desconectamos de la comunión con Él; inmediatamente, empezamos a secarnos.
Aún le pertenecemos a Dios. Todavía tenemos Su vida dentro de nosotros, pero Su energía ya no está fluyendo a través nuestro. Por tanto, no podemos producir ningún fruto.
¡Yo no quiero vivir de esa forma, ni siquiera por un día! ¿Y usted?
¡Alabado sea Dios, no tenemos por qué vivir así! Si nuestro tiempo con el SEÑOR se vuelve nuestra prioridad número uno todos los días, produciremos fruto en Él. Como resultado, no sólo seremos bendecidos, sino también compartiremos la bendición con quienes nos rodean. Cuando ellos estén necesitados de amor, siempre lo encontrarán fluyendo a través de nosotros.