El fundamento bíblico para la salud divina en el cual nosotros creemos, comienza con el estudio de la salvación. Nuestra salvación, a través de Jesús, es suficiente para redimirnos de la naturaleza y la maldición del pecado (Romanos 5:12; Gálatas 3:13-14; Deuteronomio 28:15-68).
Gloria Copeland ha enseñado acerca de la conexión que existe entre el término griego salvación: soteria, y la palabra hebrea shalom, o paz. La palabra shalom significa: Plenitud, integridad, paz, salud, bienestar, seguridad, solidez, tranquilidad, prosperidad, perfección, llenura, descanso, armonía, ausencia de agitación o discordia, estar completo, perfecto y lleno”.
Este pacto de salvación y paz, el cual hemos recibido por medio de Jesús, provee completa plenitud; es decir: “Sin que nada falte, ni esté incompleto”. En Isaías 53:5 dice que Jesús tomó el castigo, el cual fue necesario para proveernos completa plenitud. Su paz abarca cada aspecto de la vida —incluyendo la sanidad física—.
Uno de los argumentos más convincentes para la salud divina, es el hecho de que Jesús sanó a las personas a lo largo de Su ministerio terrenal. Y de acuerdo con la Biblia, cuando Jesús sanaba a las personas, estaba cumpliendo la voluntad de Su Padre (Juan 4:34; 174). El hecho de que nuestra salud es la voluntad de Dios, no debería sorprendernos; pues Dios siempre ha querido que Su pueblo esté bien (Éxodo 15:26).
La salud fue un elemento fundamental del ministerio de Jesús. En Mateo 8:16-17, dice: «Aquella noche, le llevaron a Jesús muchos endemoniados. Él expulsó a los espíritus malignos con una simple orden y sanó a todos los enfermos. Así se cumplió la palabra del Señor por medio del profeta Isaías, quien dijo: «Se llevó nuestras enfermedades y quitó nuestras dolencias» (NTV).
Estos versículos hacen una aclaración particular pues manifiestan que las enfermedades y las dolencias no eran sólo espirituales; sino también físicas. La sanidad física era parte del cumplimiento de Isaías 53:5: «Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz, fue azotado para que pudiéramos ser sanados» (NTV, lee también Lucas 4:18-19 y 1 Pedro 2:24).
Cuando Jesús envió a Sus discípulos a ministrar en Su nombre, les dijo: «Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, curen a los leprosos y expulsen a los demonios. ¡Den tan gratuitamente como han recibido!» (Mateo 10:8, NTV). No encontramos ningún indicio de que los discípulos estuvieran conmocionados por que la sanidad podría desaparecer. En lugar de eso, los vemos ministrando sanidad después de que Jesús se fue de esta Tierra (Hechos 5:12-16).
Hoy en día, la sanidad es una parte esencial de la Gran Comisión, pues está entre las señales que seguirán a los que creen (Marcos 16:15-18). ¡El poder de sanidad del evangelio está disponible hoy en día, así como también lo estuvo en la Iglesia primitiva!