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Pregunta del día

mayo 25

Cuando comencé a estudiar las Escrituras, descubrí que hoy en día la sanidad física aún continúa vigente. Me sentí tan emocionado cuando lo aprendí, sin embargo, recientemente me entere que una persona, quien creía que Dios la sanaría, murió a causa de una enfermedad. Ahora, no sé qué pensar… ¿aún puedo contar con que Dios me sanará, o no?

¡Por supuesto que puedes contar con eso! ¡Siempre podrás contar con que Dios quiere sanarte! Él te dio Su Palabra para tu sanidad, y Él siempre cumple lo que promete en ella.

En Santiago 5:15, dice claramente: «La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus pecados le serán perdonados».

Entonces ¿por qué muchos buenos cristianos continúan enfermos? Eso se debe a que de alguna forma, ellos han fallado en recibir la provisión de Dios para su sanidad.

No obstante, eso no significa que sean malas personas. Pues pueden ser personas maravillosas, que aman a Dios con todo su corazón. Sin embargo, han permitido que algo se interponga entre ellos y el poder de la sanidad que Dios tiene para sus vidas.

Ahora bien, algunas personas se enojan cuando digo eso, y argumentan: “Oh no, mi tía Martha no hizo nada malo. Ella hizo todo lo correcto. Pero Dios no la sanó”.

No me importa lo que las personas argumenten acerca de la situación, pues jamás será la culpa de Dios que ellas no reciban su sanidad. Si tú y yo (o cualquier otra persona) estamos teniendo conflictos para recibir nuestra sanidad, somos nosotros los del problema. Quizá sea un pequeño error, por la falta de comprensión de alguna verdad de la Palabra. Sin embargo, por ser nuestro error, sigue siendo nuestra culpa.

Sé que Dios está tratando de usar todas las formas posibles para sanar a Sus hijos. Es más, ¡Él está tratando aún con más fuerza que nosotros para que obtengamos la sanidad!

Así que no permitas que la experiencia de otra persona te haga tropezar. Pues sólo Dios conoce lo que hay en el corazón de una persona. En lugar de eso, cree en Él. Llena tu corazón y tu mente de Su Palabra, en lugar de llenarlos con las tradiciones de los hombres. ¡Dios nunca te decepcionará!

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