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Pregunta del día

mayo 22

Pensé que había orado con fe por mi sanidad; sin embargo, no he visto ninguna mejoría.

Permíteme decirte que estás a punto de poseer la “tierra” llamada ¡sanidad!

Quizá eso te parezca extraño, pero si recuerdas la historia de Josué en el Antiguo Testamento; entenderás por qué lo digo. Josué se encontraba casi en la misma situación que tú y yo nos encontramos hoy en día. Dios le había dicho que la Tierra Prometida ya había sido provista para él y su pueblo. La Tierra Prometida estaba esperándolos. Sin embargo, ellos debían poseerla.

En Josué 1:3, Dios se los dijo de la siguiente forma: «…voy a darles cada lugar donde pongan los pies».

Para disfrutar la bendición de Dios, Josué y el pueblo de Israel sólo debían poner sus pies sobre el lugar que les pertenecía. Y cuando hablamos de sanidad (o cualquier otra bendición de Dios), hoy en día, podemos aplicar esa misma verdad.

Si eres creyente, entonces la sanidad ya te pertenece. Pues en lo que a Dios concierne, la sanidad es tuya; Jesús ya pagó el precio por ella. No obstante, para recibirla debes poner tus pies sobre ella. ¡Tienes que ir, y poseer la tierra!

Se necesita fuerza y valor para poseer la tierra de la sanidad. ¿Por qué? Porque la manifestación de la sanidad no siempre se recibe de manera instantánea. Puede que ésta llegue de inmediato que tome un tiempo.

Por lo general, no es común que ocurra de inmediato. Después de todo, en la mayoría de los casos las enfermedades y las dolencias hacen su trabajo destructivo de manera gradual. Éstas no aparecen de repente, y te matan. Las enfermedades surten su efecto con el transcurso del tiempo. Así que, no debería sorprendernos que la sanidad remueva los efectos de la enfermedad sobre nuestra vida, también de manera gradual.

Debes permanecer firme en la Palabra, tomarla y confesar: La sanidad me pertenece. El diablo no me la robará. Nadie podrá convencerme de que la sanidad no es mía. La sanidad me pertenece. ¡Y hoy recibo ni sanidad!

Una vez que hayas hecho esa confesión, no digas nada contrario a ella. No seas movido por el tiempo, por los síntomas, o por cualquier otra cosa. Sólo mantente creyendo. Continúa tomando la medicina de Dios —la Palabra— todos los días, y mejorarás de manera continua.

Sé que quisieras recibir tu sanidad de manera instantánea. Pero si no sucede de esa forma, no te preocupes. No te des por vencido, manténte poseyendo la tierra y tu sanidad se manifestará. ¡Mantén el interruptor de la fe encendido!