Dios permitirá sólo lo que nosotros permitamos. Él nos ha dado el derecho a escoger —vida o muerte, bendición o maldición— (Deuteronomio 30:19). Cuando Dios creó al hombre lo hizo a Su imagen y semejanza. Adán andaba y caminaba con Dios, y lo conocía. Dios nunca le pidió a Adán que se enfermara para conocerlo. Adán no conoció enfermedad hasta que cambió de Dios. Él fue quien tomó la decisión de desobedecer. No fue obligado —él tomó la decisión por sí mismo—.
La habilidad de Satanás de afligir a las personas se vio muy afectada con la victoria de Jesús en la Cruz. Cuando haces a Jesús tu Señor, la autoridad de Satanás sobre ti se acaba. Sin embargo, el enemigo persistirá en engañarte por medio de las circunstancias y robarte tus derechos en Cristo. El diablo te impondrá lo que quiere que hagas, si vives basado en lo que ves, escuchas y sientes.
Dios nunca usa a Satanás para disciplinar y corregir a Su Cuerpo. Él envía Su Palabra para hacerlo. 2 Timoteo 3:16-17, dice: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra» (Nueva Traducción Viviente).
Las personas no son afligidas por Satanás, porque Dios quiera corregirlaspor Satan en lo que vez, escuchas y sientesegrese. Las personas son afligidas porque sus palabras y sus acciones no están alineadas a la Palabra de Dios. Las Escrituras son nuestra respuesta en contra del deseo de Satanás de exaltarse por encima de Dios y sus constantes engaños para que usemos palabras de fracaso.
El curso natural de los eventos se rige por medio de las palabras. Ninguna cosa sucede en este universo si primero no es hablada (Santiago 3). Cuando las palabras llenas de fe son desatadas, éstas dominan sobre las leyes del pecado y de la muerte. Tú has sido establecido como testigo en esta Tierra, hay dos grupos listos a ejecutar tus palabras —los ángeles de Dios (Salmo 103:20) o los demonios del infierno (Efesios 6:12)—, y traer a existencia las cosas que has desatado con tu boca. Para obtener éxito, confiesa la Palabra y actúa conforme a ésta.