Perdonar no es una opción, o una sugerencia. Perdonar es un mandamiento que nos ha sido dado para nuestro propio bien.
Jesús, en Su sermón acerca de la fe que mueve montañas, hizo una conexión entre la fe y el perdón: «…Todo lo que pidan en oración, crean que lo recibirán, y se les concederá. Y cuando oren, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus ofensas» (Marcos 11:24-25).
En lo que a Dios concierne, la falta de perdón no es un pequeño problema; es maldad. Vemos como un ejemplo de esto la historia que Jesús relató acerca del siervo a quien su rey le perdonó una gran deuda. Después de que recibió el perdón de su deuda, decidió cobrarle a otro siervo que le debía una pequeña deuda. Sin embargo, en lugar de perdonar a su siervo como a él se le había perdonado, lo envió a la cárcel por no pagarle. Después que el rey escuchó lo que había hecho, se enojó y le llamó siervo malo, entregándolo a los verdugos de la cárcel hasta que pagara la deuda (Mateo 18:23-35).
La historia de este siervo con falta de perdón, contrasta con la historia de José. Vendido como esclavo por sus hermanos que estaban celosos de él; José se convirtió en el siervo de un oficial de alto rango en Egipto. Luego, fue acusado injustamente de un crimen y puesto en prisión. Después de ser liberado milagrosamente de la prisión, José fue ascendido a la posición de gobierno más alta al lado del Faraón. Años después, cuando se encontró con sus hermanos, en lugar de demostrarles rencor, José los perdonó por completo. Sus hermanos pensaron que José los trataría con dureza, sin embargo, José les dijo: «Así que no tengan miedo. Yo les daré de comer a ustedes y a sus hijos. Y los consoló, pues les habló con mucho cariño» (Génesis 50:21).
Si fuimos abusados, abandonados, acusados falsamente, o maltratados; debemos elegir siempre perdonar. No podemos esperar que primero cambien nuestros sentimientos, pues el perdón es un acto de voluntad que está basado en la fe, y no en los sentimientos. Debemos perdonar a los demás: «…así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo» (Efesios 4:32). Si sientes alguna vez que los sentimientos de falta de perdón del pasado quieren surgir de nuevo en tu interior, declara con fe: No, yo ya perdoné a esa persona. Y rechazo enfocarme en esos sentimientos del pasado. Continúa viviendo en perdón. Y por medio del poder del Espíritu Santo, te darás cuenta que ¡el perdón es parte normal del estilo de vida de un cristiano vencedor!
Si permites que el enojo y la amargura te aten, perdonar parecerá como algo imposible de alcanzar; ¡pero esto no debe ser así! Pues como cristiano, tú tienes el amor de Dios en tu interior. Ríndete a ese amor. ¡Busca a Dios, y verás Su unción, en y a través de tu vida multiplicada como nunca antes!