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Salvación

Nuestra gran salvación

“¿Eres salvo?”.

Hazle esa pregunta a un creyente, y de inmediato te responderá: “¡Sí!”. Pero pregúntale si en realidad sabe con exactitud de qué es salvo, y es posible que entre en confusión.

La mayoría de nosotros ya nos dimos cuenta que fuimos librados de la muerte espiritual, y que fuimos arrebatados de un tren que se dirige hacia el infierno. Sabemos que nuestra salvación cambió nuestro destino final. Sin embargo, hay algo de lo que muchos de nosotros no nos hemos dado cuenta, y es que no debemos quedarnos sentados hasta que eso suceda, con nuestro equipaje espiritual en las manos, esperando morir e irnos hacia la gloria.

El deseo de Dios para nuestra vida, es que empecemos el viaje hacia el cielo en cuanto nacemos de nuevo. Y el primer territorio que debemos abandonar, es el territorio del pecado. Eso se debe a que Dios nos dio Su propia justicia y autoridad. Es parte de nuestra gran salvación.

Hoy en día, los cristianos están descubriendo que tenemos la autoridad en el nombre de Jesús de resistir la enfermedad, el dolor, la pobreza, los demonios y el temor. En Santiago 4:7, leemos: «Por lo tanto, sométanse a Dios; opongan resistencia al diablo, y él huirá de ustedes». Pero antes de resistir al diablo con efectividad, debemos rendirnos ante Dios y obedecerle.

Muertos al pecado

Jesús ya pagó el precio para librarnos del dominio del pecado. Cuando creemos que Jesús es el Hijo de Dios, que resucitó de la muerte y lo confesamos como nuestro Señor, de acuerdo con Romanos 10:9-10: Recibimos nuestra salvación.

En Colosenses 1:13, dice que en cuanto recibimos nuestra salvación, somos sacados del reino de las tinieblas y somos trasladados al reino del Hijo de Dios. Eso no es algo que sucederá cuando muramos. Pues ahora vivimos en ese Reino.

Cuando naces de nuevo, la vieja naturaleza pecaminosa que estaba dentro de ti, muere. Y nace una nueva naturaleza creada en justicia y verdadera santidad. «De modo que si alguno está en Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!» (2 Corintios 5:17).

La vida de Dios es la sustancia de ese nuevo ser. Ahora tu naturaleza es la justicia —una posición de justicia ante Dios—, no el pecado. Y el Espíritu Santo es el que te da esa justicia por medio del nuevo nacimiento.

Tu espíritu cambia de inmediato en el momento que naces de nuevo, sin embargo, tu mente y tu cuerpo no nacen de nuevo. Es tu responsabilidad diaria llenarte de la justicia que te fue impartida. Esto lo haces a través de la renovación de tu mente (Romanos 12:2) —ese cambio de mentalidad nos revela lo que Dios afirma en Su Palabra—. Transforma toda nuestra vida, siempre y cuando creamos y obedezcamos. Y nos permite vivir en la voluntad de Dios y caminar en Su BENDICIÓN.

Como puedes ver, en Romanos 6:6, se nos enseña que cuando aprendemos esto, ya no le servimos más al pecado. Nuestro espíritu ya está muerto al pecado, pues fue recreado en justicia. Y esa justicia interior se manifiesta por fuera cuando renuevas tu mente y actúas conforme a esa renovación.

En cuanto naces de nuevo, el pecado pierde el poder que tenía sobre tu vida. Así como la muerte perdió su dominio sobre Jesús cuando Él resucitó, el pecado también pierde su dominio sobre tu vida.

No existe ningún pecado tan poderoso que pueda dominar a una persona que sabe que está muerta al pecado. Las drogas, las adicciones, el alcoholismo, los pecados sexuales, los malos hábitos —todo eso pierde su poder de controlar a aquellos que se consideran muertos a sí mismos al pecado–.

«Así también ustedes, considérense muertos al pecado pero vivos para Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor. Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni lo obedezcan en sus malos deseos. Tampoco presenten sus miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y presenten sus miembros a Dios como instrumentos de justicia» (Romanos 6:11-13).

Vivo para Dios

Ahora bien, no es suficiente considerarte muerto al pecado. Debes reconocerte a ti mismo vivo para Dios. Esto quiere decir que cuando el pecado te llame, tú no le contestarás. ¡Solamente contestarás cuando Dios te llame! Pues estarás siendo movido por el nuevo ser que mora en tu interior, ¡y no por el que fuiste en el pasado!

Podrás tener mucho de la vida de Dios fluyendo a través de tu vida, a tal punto que cuando te presentes en un lugar, ¡los demonios temerán y temblarán de miedo ante tu presencia! Eso es lo que la Biblia dice acerca de Jesús: «…Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y que él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hechos 10:38).

En otra versión leemos que Jesús anduvo sanando a aquellos que estaban poseídos por el diablo. ¡Tú ya no estás bajo el control del diablo! Al contrario, tienes poder para vencerlo.

Sin embargo, si le prestas tu atención a otras cosas; descuidarás la Palabra, y entonces el pecado podrá dominarte. Leamos Hebreos 2:1, 3: «Por tanto, es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que nos extraviemos. ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron».

La Palabra que está en tu corazón hace que sigas a Dios, en lugar de seguir al mundo. Debemos prestarle más atención a las cosas que aprendemos en la Palabra de Dios y no descuidarla.

No podremos escaparnos del pecado y de sus efectos, si abandonamos la gran salvación que la sangre de Jesús nos proveyó. Y el pecado y sus consecuencias continuarán teniendo el dominio sobre nuestra vida. Sin embargo, cuando seguimos con el Señor, nuestra gran salvación nos mantiene en un estado de resistencia —¡en espíritu, alma y cuerpo!—.

El deseo de Dios es que vivas en la plenitud de tu salvación. Él quiere que estés sano, íntegro y completo en todas las áreas de tu vida. Sin embargo, no podrás disfrutar esa salvación sin renovar tu mente al hecho de que estás muerto al pecado. Y la liberación del pecado es el comienzo de tu gran salvación.

Y como siempre, si necesitas a alguien para que se ponga de acuerdo contigo en oración, por favor llama a nuestros ministros de oración, o envía una petición de oración. Cualquier día del año, a cualquier hora del día ya sea de día o de noche, ¡estamos aquí para ti!