«Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.»
(Santiago 4:6)
El diablo está tan decidido a destruir su vida de amor que si él no puede hacerlo caer de una forma, se escabullirá hacia la puerta trasera; y hará que tropiece de otra forma. Siempre debe estar alerta a lo que él le pueda hacer. ¡Nunca debe bajar la guardia!
Por ejemplo, si él no puede sacarlo del camino del amor con envidia o contienda, le recordará lo bien que está haciendo las cosas. Debido a que Satanás es un embustero, él puede irse a los extremos; usando cualquier cosa que considere que funcionará en su contra. Le recordará las ofensas que ha dejado pasar por alto últimamente. Y antes de que se dé cuenta, en silencio exaltará sus propias virtudes: “Qué bien lo he hecho en esta semana, he controlado mi temperamento. No fui susceptible. ¡Estoy orgulloso de mí mismo porque vivo en amor!”.
¿Sabe qué ocurrirá después?
En cualquier momento se equivocará, hará o dirá algo que no es amoroso, y se sorprenderá. ¿Por qué? Porque la Biblia enseña: «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altanería, el fracaso» (Proverbios 16:18, NVI).
El orgullo se define como: “Tener un concepto más alto de sí mismo; una autoestima exagerada o presumida, altivo o arrogante; con una autoestima que surge por los logros y posesiones; es una idea exagerada de nuestra dignidad e importancia”. Ésa sólo es la definición del diccionario, y ya es bastante negativa. Pero la Biblia describe el orgullo como una de las siete cosas que Dios odia. En Proverbios 6:16-17, se describe como una abominación para Dios.
Quizá piense que los creyentes maduros, de forma natural, se alejarían de algo que el SEÑOR desprecia tanto. Sin embargo, parece que ocurre lo contrario. El orgullo se convierte en la trampa principal para aquellos creyentes que han empezado a disfrutar un poco de crecimiento espiritual y éxito.
No caiga en esa trampa. Cuando sea tentado a pensar cuán maravilloso es usted y cuánto ha progresado en su vida de amor; mejor piense en aquel que le ha dado la fuerza para lograrlo. Ya no se vea a sí mismo, mejor vea a Jesús, quien lo amó tanto que derramó Su sangre, y pagó el precio por sus pecados. Recuerde qué tan egoísta era usted antes de que Él lo redimiera; y cuán egoísta sería, si no fuera por Su gracia.
Si usted lo hace el orgullo de inmediato se hará a un lado para darle paso a la humildad; la soberbia se derretirá ante la gratitud. Mientras usted le dé toda la gloria a Dios, ascenderá en lugar de caer.