«Por lo tanto, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Jesús, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que confiesen su nombre»
(Hebreos 13:15)
Grandes cosas suceden cuando confiesas continuamente la misericordia de Dios. La fe crece en tu interior. Esa realidad de que Dios te ama empieza a manifestarse por medio de tu espíritu.
Es más, honras a tu Padre cuando confías en Su Palabra, cuando magnificas Su amor y Su misericordia, cuando hablas de Su bondad y Su benignidad, y cuando das testimonio de que Él es un Padre amoroso que hace sólo el bien. Dios es bendecido cuando lo alabas por ser Él el gran Dios del universo que quiere bendecirte y que dio a Su Hijo a causa de Su gran amor por el mundo.
David era un hombre conforme al corazón de Dios y sabía cómo alabar al Señor. No es hasta que tienes la Palabra De Dios morando en ti ricamente que puedes declarar desde tu propio espíritu salmos y alabanzas. Utiliza las alabanzas de David para magnificar al Señor. Decláralas o cántalas en voz alta al Padre.
Si pones las palabras de Dios continuamente en tus labios, empezarás a sentir la emoción y el gozo de saber que Dios es “rico en misericordia” por el gran amor con que nos amó. Tu fe se remontará a nuevas alturas. ¡Tu Padre será bendecido!, y tú también lo serás.
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