«Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
(Gálatas 5:13-14)
La vida de amor es una entrega continua de sí mismo hacia los demás. Es centrarse en Dios y en los demás, en lugar de centrarse en sí mismo. Cuando vivimos en amor, y necesitamos tomar una decisión; nuestro primer pensamiento no debe ser: ¿Qué deseo hacer en esta situación? ¿Qué me hará feliz? No, necesitamos preguntarnos: ¿Qué desea el SEÑOR que hagamos en esta circunstancia? ¿Qué decisión me permitirá ser de BENDICIÓN?
Ahora bien, eso no significa que debamos dejar de cuidar de nosotros mismos. Tampoco quiere decir que ignoremos nuestras necesidades físicas y espirituales. Eso no forma parte del amor ni tampoco es justo seguir trabajando sin descanso a favor de los demás. Si trabaja a favor de los demás por mucho tiempo, su condición física lo volverá inefectivo en lo espiritual. Acabará en la quiebra, sin tener nada que dar. Y en lugar de ser una BENDICIÓN para otros, será una carga.
En este tipo de situaciones no existe nada de amor.
Años atrás, cometí ese error en el ministerio. Deseaba tanto servirle al SEÑOR, y predicar la PALABRA a quienes estuvieran hambrientos por escucharla que me sobrecargué. Predicaba toda la semana sin siquiera tomar un día para descansar, y eso no es bíblico. Y todo lo que no sea bíblico, no puede realizarse en amor.
Después de un tiempo, estaba tan cansado que con dificultad podía caminar hacia las gradas del avión, a fin de dirigirme a mi próxima reunión. Recuerdo que pensaba: Debo ser el hombre más cansado de este mundo. ¿Por qué me sentía así? Porque estaba extrayéndole fuerza a mi espíritu, entregándome todo el tiempo, sin pensar en un tiempo para descansar y retomar fuerzas. Creo que si hubiera continuado así, ese ritmo de vida me habría matado a una temprana edad.
Pero, gracias a Dios, el Espíritu Santo me mostró mi error. Me arrepentí y cambié. Han transcurrido años desde entonces, y continúo fortaleciéndome, sirviéndole al SEÑOR y ministrando a las personas.
A medida que aprenda a vivir en amor, recuerde que sólo puede ser una BENDICIÓN para los demás si cuida bien de sí mismo. Tome un tiempo para fortalecer su espíritu, para refrescar su alma y para sanar su cuerpo. No lo haga por egoísmo, sino porque desea ser de BENDICIÓN para los demás. Por amor a su prójimo, asegúrese de amarse a sí mismo. De esa manera, no sólo estará dispuesto; sino también podrá servirles por muchos años más.