«Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.»
(Lucas 6:35-36)
¿Ha conocido a alguien tan susceptible y fácil de ofender que usted ni siquiera sabe cómo tratarlo? ¿Se ha encontrado con alguien que se rehúsa a simpatizar con usted, sin importar cuánto lo intente?
Si aún no se ha encontrado con una persona así… lo hará. (¡hay muchos de ellos por ahí!). Y cuando suceda, hay una sola cosa que puede hacer, según la Biblia. Tomar la senda del amor.
Tal vez usted diga: “¡No! ¡No me diga eso! Que tal si hago algo para amar a esa persona, y no me responde bien. Sólo me rechazará o me criticará de nuevo. Y es muy difícil amar a esas personas. ¡No puedo!”.
¡Sí, puede hacerlo! Si usted es nacido de nuevo, posee la misma habilidad de amar que Dios. En la Biblia se nos enseña que el SEÑOR es bueno con los mal agradecidos e injustos; por tanto, usted también puede ser bueno con ellos.
Sin embargo, para tener éxito debemos seguir las instrucciones que Jesús nos dio y, en realidad no esperar nada a cambio.
Lo que Jesús nos pide es que amemos a las personas por una sola razón: Para agradar a nuestro Padre celestial. No debemos amar a los demás porque se lo hayan ganado o porque se lo merezcan. Ni porque nos bendigan y nos hagan sentir bien. Sino debemos amarlos porque Dios los ama, y porque somos Sus embajadores.
Aunque amar así no siempre traiga respuestas dulces y rápidas, puede cambiar la vida de las personas. Nunca olvidaré la vez en que Gloria me demostró ese tipo de amor. Estaba irritado y había tenido un mal día. Nada de lo que ella dijera o hiciera parecía agradarme. Al final, traté de discutir con ella (iba ser difícil, porque ella no iba a participar), y le dije un par de palabras grotescas.
En lugar de responderme de la misma manera, me vio con lágrimas en los ojos y me dijo: «Voy a encontrar la manera de ser una BENDICIÓN para ti».
Cuando dijo eso, el espíritu de amor detrás de esas palabras —el cual es el Espíritu de Dios—, impactó mi corazón e hizo un cambio en mi vida. Y desde entonces, no he vuelto a ser el mismo. Con optimismo, puedo decir que esa fue mi recompensa. Sin embargo, aunque yo no haya recibido la recompensa, Gloria había sido ricamente BENDECIDA. Porque cuando alguien ama de esa manera, Dios mismo es quien le da la recompensa.