«Pero yo os digo: amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan el bien a los que los aborrecen, y oren por los que los ultrajan y los persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos.»
(Mateo 5:44-45)

Uno de los obstáculos más comunes que el diablo usa para bloquear el camino del amor, es el dolor que sentimos cuando otras personas nos maltratan. Él enemigo hará que siempre recordemos todo el daño que nos han hecho. Tratará que nos volvamos amargados y resentidos; pero cuando él lo haga, debemos reprenderlo. Necesitamos tomar la decisión de olvidar esas ofensas, de perdonar a los que nos han hecho daño y de rechazar la amargura.

Si le han hecho mucho daño, quizá le parezca algo imposible de lograr.  Pero no es así, el poder del perdón es maravilloso.  ¡Este poder proviene de Dios, y Él se lo ha otorgado! Por tanto, ese poder le ayudará a ser libre del resentimiento. 

Cuando perdone, no importará cuán terrible el dolor de esas experiencias haya sido, usted descubrirá que el amor de Dios es más poderoso. A medida que empiece a andar en amor y perdón, dejando el resentimiento que albergaba en contra de los que lo dañaron, el amor de Dios superará el daño que esos malos tratos le hayan causado.

Usted podría argumentar: “Pero hermana Gloria, esas personas me hicieron demasiado daño. Por culpa de ellos mi vida ha sido miserable. ¿Por qué no debo sentir resentimiento y perdonarlos?”.

En primer lugar, porque Jesús hizo lo mismo por usted. Incluso antes de que usted se arrepintiera y lo aceptará como su Salvador, Jesús fue a la Cruz y derramó Su sangre; a fin de que usted no tuviera que pagar el castigo de sus propios pecados.  Aun cuando usted era culpable, el SEÑOR quitó los cargos en su contra para que fuera libre. Esa debería ser razón suficiente para que usted pueda perdonar a los demás.

Sin embargo, existe otra razón más. Debe perdonar a quienes le han hecho daño, pues si no lo hace; usted será quien sufra, y no la gente que lo ha dañado. No perdonar es como tomar veneno, y esperar que alguien más muera. En realidad, la única persona perjudicada es la que no perdona.

Por otro lado, si usted perdona y deja que el amor de Dios fluya quitando ese resentimiento de su vida, entonces ese amor lo restaurará en espíritu, alma y cuerpo.

A medida que continúe rindiéndose al amor, vivirá de continuo en victoria. Y cuando el diablo regrese para tratar de herirlo de nuevo, no habrá lugar en usted para esa herida. ¡El amor de Dios lo protegerá y lo mantendrá libre, libre, libre!