«Una cosa le he pedido al SEÑOR, y ésta buscaré, le pediré y [insistentemente] solicitaré: Que esté yo en la casa de Jehová [en su presencia] todos los días de mi vida… Tu dijiste, busca Mi rostro [pide y requiere Mi presencia como una necesidad vital]. Mi corazón ha dicho de Ti, Tu rostro [Tu presencia] SEÑOR, yo buscaré…»
(Salmos 27:4, 8, AMP)
La Biblia les hace maravillosas promesas a los que aman al SEÑOR, por ejemplo en Romanos 8:28 promete que Dios hará que todas la cosas obren para su bien. (¡No sé usted, pero yo quiero estar segura de calificar!). En 1 Corintios 2:9 se manifiesta que Dios ha preparado BENDICIONES que ojo no ha visto ni oído ha escuchado. En Santiago también se promete la corona de vida (1:12), y un reino como herencia (2:5) para los que aman al SEÑOR.
Sin embargo, todos debemos contestar la siguiente pregunta: ¿En realidad lo amamos?
Quizá alguien diga: “Claro que sí, lo amo tanto que cada vez que pienso en Él, comienzo a llorar”
Quizá sea así… pero las emociones no son evidencia de amor. El amor real se demuestra con acciones, éste es probado no sólo por cómo nos sentimos; sino por lo que hacemos. Si no en realidad amamos a Dios, haremos dos cosas: Primero, le obedeceremos Jesús lo enseñó muy claro: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14:15). Y si Dios nos manda que andemos en amor, le demostraremos nuestra devoción a Él en la bondad que les demos a los demás.
Segundo, expresaremos nuestro amor por el Señor, buscándolo en la PALABRA y en oración. Invirtiendo un tiempo todos los días buscándolo en la Biblia para encontrar qué desea que hagamos. Buscando Su presencia, adorándolo en silencio y dándole la oportunidad de hablarnos a nuestro corazón.
Si queremos que Dios nos hable, tendremos que dedicarle más tiempo. Nadie se ha levantado una mañana, sabiendo automáticamente lo que Dios quiere que aprenda, todo se aprende poco a poco, a medida que pasamos tiempo con Él. Descubrimos Su voluntad día tras día, a medida que buscamos Su rostro.
Si piensa que está muy ocupado para invertir tiempo con el Señor, serpa mejor que lo piense una vez más. Todos apartamos tiempo para hacer cosas que nos parecen importantes. Por ejemplo, muy pocos están muy ocupados como para no comer o no ir al trabajo. De una u otra forma, apartamos el tiempo.
Si en realidad amamos al SEÑOR, invertiremos tiempo con Él. Mostraremos que le amamos al darle el primer lugar, no sólo con nuestras emociones, sino en todo lo que hagamos durante el día. Le mostraremos nuestra devoción apartando tiempo para Él.