«Estad siempre gozosos… Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.»
(1 Tesalonicenses 5:16, 18)
Cuando hablamos de vivir en amor, por lo general, pensamos en cómo comportamos con los demás. Pero quien merece en primer lugar nuestro amor es Dios. Siempre debemos tratarlo con cortesía, aprecio y respeto, no sólo los domingos. No nos conformemos con alzar nuestras manos y expresarle al SEÑOR lo mucho que lo amamos y lo honramos mientras estamos en la iglesia… y luego cuando salimos renegamos entre nosotros acerca de las cosas pésimas que nos han sucedido.
Todos hemos actuado así en algunas ocasiones. Decimos un fuerte “¡amen!” durante la enseñanza cuando el pastor afirma que Dios suplirá todas nuestras necesidades de acuerdo con Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Filipenses 4:21). Y luego, cuando llegamos a casa, le expresamos a nuestro cónyuge: “¡No sé por qué Dios no cuida de nosotros! Tenemos todas estas cuentas por pagar, y Él no ha hecho nada para ayudarnos. A veces me pregunto ¡si se recuerda de que estamos aquí!”.
¿Sabe usted cómo se le llama a esa clase de comentarios? Murmuración o reclamos, y en la Biblia leemos que a Dios no le agradan. De hecho, en 1 Corintios10:10 se nos enseña que cuando los israelitas murmuraron, fueron destruidos. Ésa es razón suficiente para evitar una actitud de ingratitud. Sin embargo, la mejor razón para evitar murmurar es simple: tratar a nuestro Dios con amor.
Una de las principales formas de demostrarlo es gozarnos de continuo y dar gracias a Dios en todo. Eso significa que no nos deprimiremos ni nos desanimaremos. Debemos mantener una perspectiva positiva, y una fe expectante.
Cuando algo negativo nos suceda, démosle gracias a Dios en medio de esa situación. No le demos gracias por las malas cosas —porque él no es el autor de las cosas malas, es el diablo—. Sin embargo, podemos permanecer agradecidos con Dios mientras atravesemos por dicha situación.
No importa qué tan malas sean las cosas, siempre tendremos algo para estar agradecidos con Dios. Si no tuviéramos algo para estar agradecidos, démosle gracias porque tenemos vida y aliento en nuestro cuerpo. Y tenemos Su Palabra, en la cual se nos enseña cómo atravesar cualquier situación en victoria. Por tanto, podemos declarar: “SEÑOR, éste es un momento difícil, pero te doy gracias porque es pasajero. Puedo permanecer firme en Tu PALABRA, ¡y las cosas cambiarán! Estoy agradecido porque nunca me dejarás ni me abandonarás. Estarás conmigo, ¡y me verás salir en victoria!”.
Ésa es la clase de palabras que le agradan al SEÑOR. Cuando las confesamos, y lo tratamos con el amor que Él merece.