«Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro SEÑOR Jesucristo para vida eterna.»
(Judas 20-21)
Conservaos en el amor de Dios. Ésa es una instrucción muy importante para nosotros como creyentes. Cuando nacimos de nuevo, obtuvimos una fresca revelación del amor. Somos conscientes de que Dios nos amó tanto que envió a Su hijo a morir en la cruz por nosotros. El perdón y la compasión que el Señor tiene por nosotros es lo más importante en nuestra mente.
Por esa razón, cuando recién nos convertimos en cristianos éramos sensibles y dulces. Aunque no habíamos sido entrenados para actuar de esa manera, de inmediato queríamos compartir el amor que habíamos recibido del Señor, y literalmente buscábamos a alguien para amarlo.
Sin embargo, en vez de permanecer en ese amor, a menudo nos desviamos. Cada mañana cuando nos levantamos, nuestra carne está ahí y (con la ayuda del diablo) nos empuja a ser egoístas. Cada vez que nos rendimos al egoísmo, anulamos el amor de Dios que se encuentra en nuestro interior. Y al hacerlo, nos volvemos insensibles.
Si seguimos así, con el tiempo perdemos el amor que tuvimos en nuestros inicios. Por fe, sabemos que el amor sigue en nuestro interior, pues en la Biblia se nos enseña que si nacimos de nuevo, amamos a nuestros hermanos (1 Juan 3:14). Sin embargo, en realidad hemos dejado de sentirlo.
Un amigo, compara esa situación con el proceso natural que ocurre cuando salen los callos en las manos. Él me relató que un tiempo antes de convertirse en ministro, trabajó en un muelle donde levantaba cajas pesadas todo el día. Un hombre con el que había trabajado, levantó cajas por tanto tiempo que sus manos estaban llenas de callos. Podía tomar un cuchillo y cortar parte de esos callos, sin sentirlo, porque su piel se había vuelto dura e insensible.
Después de un tiempo, las manos de mi amigo también se habían vuelto callosas. Y permanecieron así, todo el tiempo que trabajó en el muelle. Pero cuando dejó de trabajar ahí, los callos desaparecieron.
Ése es un maravilloso ejemplo, de lo que sucederá, si usted deja de hacer las cosas que lo volvieron insensible. Aún si ya perdimos la pasión espiritual que teníamos al principio, podemos recuperarla si rendimos nuestro egoísmo, y empezamos a actuar de nuevo en amor. A medida que lo hagamos, nuestro corazón se volverá tan tierno como alguna vez lo fue, y descubriremos lo fácil que es ser movidos por el amor del SEÑOR y por las necesidades de otros.
Al deshacernos de esos callos espirituales, renovaremos nuestro gozo. Si permanecemos en el amor de Dios, tendremos una sensibilidad y una vitalidad espiritual que nunca se desvanecerá.