«Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.»
(Marcos 10:28-30)
Cualquiera que haya obedecido el mandamiento de Jesús de andar en amor, ha descubierto que la obediencia, algunas veces, puede parecer muy costosa. Los sacrificios son inevitables pues habrá ocasiones en que las personas querrán aprovecharse de usted o situaciones en que el amor requerirá que usted renuncie a sus derechos. Habrá veces cuando, por amor, tendrá que darle las posesiones, que ha atesorado o disfrutado, a alguien que padece necesidad, y todo por amor.
¿Cómo podría hacer esos sacrificios sin sentir amargura o resentimiento? ¿Cómo podría evitar el síndrome de mártir de recordarles a las personas cuánto ha sacrificado por el amor?
Haciéndolo con gozo, confiando en la promesa que Jesús expresó en Marcos 10:30. Y creyendo que LA BENDICIÓN activará sus riquezas, a tal punto que no se comparará con su sacrificio. ¡Atrévase a creer por una cosecha del ciento por uno!
Por ejemplo, si el amor le pide el dinero que usted ha ahorrado para comprarse un carro nuevo y le indica que se lo dé a un hermano que no tiene carro; usted se lo dará y se regocijará creyendo que Dios le proveerá las finanzas necesarias para comprar un carro aún mejor que el que tenía planeado comprar. Si usted escoge vivir en amor, y se rehúsa a pelear con su compañero de trabajo porque a él le dieron la promoción que usted se merecía; puede estar seguro y feliz que pronto vendrá una promoción aún mejor directamente de la mano de Dios.
Sin importar los convenientes que aparentemente se presenten o las pérdidas que parezca tener en el juego de la vida. Si permanece viviendo en amor y creyéndole a Dios, Él procurará que usted sea el ganador. El Señor reemplazará lo que usted ha sacrificado por su causa con algo cien veces mejor.
En vez de sentirse amargado y resentido, estará agradecido por las oportunidades de rendirle su vida al Maestro. Al final, descubrirá que andar en amor no cuesta pues hacerlo le brinda riquezas que no sólo duran en ésta vida; sino también en la venidera.