«Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros.»
(Colosenses 3:1-5)
Una razón por la que tambaleamos en nuestra vida de amor, es porque le damos mucha importancia a las cosas de la vida. Por ejemplo, nos irritamos demasiado cuando alguien mancha nuestro mueble favorito, o arremetemos en enojo contra alguien porque abolló nuestro automóvil nuevo.
Humanamente hablando, es entendible; pero en la economía de Dios es un grave error. La razón es muy simple: las cosas naturales de este mundo son temporales, y las posesiones materiales dentro de unos cuantos meses o años ya no las tendremos; sin embargo, la recompensa por andar en el amor durará para siempre.
Usted sabe que el día de la recompensa está por llegar. La Biblia nos enseña: «Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo» (2 Corintios 5:10). Ese día, el SEÑOR no nos recompensará por haber cuidado bien nuestros muebles, ni tampoco nos elogiará por el perfecto estado de nuestro vehículo; ésas cosas no importarán nada. Él examinará nuestra vida para ver qué tan bien cumplimos el mandamiento que nos dio. Es decir, juzgará si nos hemos amado los unos a los otros.
Si mantiene en mente esa verdad, andará en amor de manera continua. Mantendrá su carne bajo control si recuerda que esta vida simplemente es una oportunidad para sembrar semillas para su vida eterna. Mientras tanto, Dios proveerá ricamente todas las cosas para que las disfrute en su estadía sobre la Tierra, éstas solo son representaciones con defectos de LA BENDICIÓN de Dios que está por llegar, son parte de esta creación caída; y no importa cuánto tiempo y energía usted invierta en ellas, nunca serán perfectas.
Así que no se rinda ante las cosas de esta vida, no se encariñe con ellas, mantenga su corazón en Dios, y nunca —jamás— trate las cosas con más amor que a las personas.
Cuando se sienta tentado en hacerlo, tome autoridad sobre su carne y póngala en su lugar. Recuerde que el día del juicio está por venir, por tanto elija lo que le traerá recompensas eternas.