«Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.»
(Efesios 5:24-25)
Cuando una pareja de creyentes se unen en matrimonio y establecen en su corazón amarse uno al otro, pueden crear un ambiente maravilloso, de modo que su hogar sea el mejor lugar sobre la faz de la Tierra. La única relación que se puede comparar con ese ejemplo, es la que existe entre Jesús y Su Iglesia.
Lamentablemente, muchos cristianos saben muy poco acerca de esa clase de matrimonio. Por esa razón, la tasa de divorcios en la Iglesia es la misma (o incluso más alta) que la tasa de divorcios en el mundo. En vez de enfocarse en cómo pueden darle más a su pareja, los creyentes a menudo se enfocan en lo que pueden obtener de su cónyuge. En lugar de orar con el fin de que Dios les muestre cómo suplir las necesidades del otro, le imploran a Dios: “SEÑOR, el no me hace feliz. Haz que me trate mejor. SEÑOR, haz que me deje en paz. Me va a volver loco”.
Hace años, aprendí que lo mejor que podía hacer por nuestro matrimonio, era orar por Kenneth y pedirle a Dios que él tuviera a la mejor esposa sobre la faz de la Tierra. Por supuesto, yo no quería que Dios me apartara de él y pusiera a otra en mi lugar, sino me ofrecí de voluntaria para realizar ese trabajo. Y clamé: «SEÑOR, hazme ese tipo de esposa. Ayúdame a saber con exactitud cómo animarlo, y BENDECIRLO».
Un día, no fui sensible a sus necesidades como él hubiera querido; entonces se fue a otra habitación, y exclamó: «¡Cielos! Ella no tiene cuidado de nada de lo que me sucede a mi». Yo no lo escuché, pero el SEÑOR sí. Él le indicó: No es asunto tuyo si ella cuida de ti o no. Tu tarea es cuidar de ella. Además, quien te ama y te cuida Soy Yo, así que sólo confía en Mí.
Kenneth respondió: «¡Sí Señor!», y desde entonces ha sido un mejor esposo, y yo también lo he sido. Ambos hemos aprendido que entre más nos despreocupemos de nosotros mismos, y nos concentremos en BENDECIRNOS el uno al otro, viviremos mejor. Puedo decirle con sinceridad que el pensamiento de divorcio jamás ha pasado por nuestra mente.
¿Por qué? Porque ¡algo lindo nos está ocurriendo! No sólo tenemos a Jesús, sino tenemos un matrimonio lleno de amor, ¡y eso es lo más dulce sobre la Tierra!