«Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas…Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestra vida por los hermanos.»
(1 Juan 3:11-12, 15-16)

¿Por qué a veces se nos dificulta tanto resistir la envidia y andar en amor? ¿Por qué prefiere nuestra carne sufrir el castigo por odiar a nuestro hermano que soportar el dolor de admitir que él ha crecido en un área en la que nosotros no hemos crecido?  ¿Por qué no simplemente nos gozamos por su éxito?

Porque cuando lo hacemos, nuestro ego recibe una paliza. Para vivir en amor, nuestras ambiciones personales tienen que morir, mientras rendimos nuestra vida a favor de nuestros hermanos. Piense una vez más, en el caso del pastor cuya iglesia está siendo superada por la nueva iglesia en la ciudad.  Para que ese pastor con todo su corazón apoye la prosperidad de esa iglesia, tiene que dejar a un lado su propio deseo de pastorear la iglesia más grande de la ciudad. Debe estar dispuesto a dejar ir la reputación que él quería tener, y permitir que otra persona la obtenga. Y si él vive en amor, en lugar de envidia, y busca al SEÑOR; su iglesia también crecerá. El amor nunca falla. El amor nunca quita, al contrario, trae crecimiento.

Ahora bien, veamos un ejemplo más personal, y visualicémoslo así. Supongamos que su compañero de trabajo es promovido antes que usted, eso significa que deberá morir a sus propios deseos de ser el número uno; a el fin de vencer la envidia y vivir en amor. Debe aniquilar ese deseo egoísta de ser la persona que todos aplauden y admiran. En la Biblia se le llama: hacer morir la carne, y el Espíritu Santo lo ayudará a hacerlo (Romanos 8:13). 

En ese momento, hacer morir la carne es sumamente desagradable. Pero después, los beneficios hacen que valga la pena el dolor, pues ese proceso es el que mantiene la puerta abierta para que LA BENDICIÓN de Dios fluya libremente hacia usted. También impide que usted sea presa de otras maquinaciones demoniacas, tales como el orgullo, el odio y la contienda. Estos pecados pueden robarle su herencia como creyente, incluso ¡podrían quitarle la vida!

Recuérdelo la próxima vez que la envidia toque a su puerta, y ciérrele la puerta en la cara. Y después entre confiadamente al trono de la gracia. Pídale a Dios que le ayude a morir a esa necesidad egoísta de ser el centro de atención donde es aclamado por los demás. Permita que el SEÑOR le ayude a encontrar tal seguridad en Su amor, al punto que usted pueda regocijarse genuinamente cuando otros sean promovidos; y confíar en que Él traerá las bendiciones que le pertenecen ¡en el nombre de Jesús!