«El corazón apacible es vida de la carne; mas la envidia es carcoma de los huesos.»
(Proverbios 14:30)
Si desea descubrir qué es en realidad el amor, una manera de saberlo es investigando qué no es el amor. Una cosa que en base a las Escrituras se nos enseña con claridad es que el amor no envidia a los demás (1Corintios 13:4).
Si usted cree que la envidia no es un problema en su vida, será mejor que lo piense una vez más. En la Biblia se nos revela que la envidia es una condición común en el ser humano. La envidia fue un problema para Caín en el libro de Génesis, también para el Rey Saúl durante los días del joven David; fue un problema para los judíos en el libro de Hechos, y a menos que nos protejamos en contra de ésta, ¡también será un problema para nosotros!
La envidia puede definirse como: “Un sentimiento de descontento y hostilidad por las ventajas, posesiones y éxito de los demás”. Estos sentimientos suelen habitar en silencio en nosotros sin que nos demos cuenta.
Por ejemplo, vamos a la iglesia con gozo, agradeciéndole a Dios por LAS BENDICIONES. Sin embargo, cuando conducimos hacia el estacionamiento y vemos a la hermana Susie saliendo de su nuevo automóvil. De pronto, ya no estamos tan gozosos. Entonces, pensamos: “¿Por qué compró un automóvil nuevo? ¡Su antiguo automóvil estaba mejor que el que yo tengo ahora! Además, yo he estado pidiendo con fe por un nuevo automóvil y ella no…”
Tenga cuidado con esos pensamientos. Estas señales son advertencia de envidia. Si usted medita en esos pensamientos, terminará triste por el avance o éxito que tengan otras personas. Se encontrará en el camino de la envidia, y cada paso que dé en ese camino es un paso que lo alejará más del amor.
Ahora bien, sólo porque tenga un pensamiento de envidia, no significa que tenga envidia en su corazón. Pues esos pensamientos son invitaciones del diablo y de la carne. Son indicaciones que el enemigo lo está tentando para que caiga en la envidia.
Sea pronto para reconocer esos pensamientos de envidia y resístalos. No les dé lugar en su corazón o en su vida. En lugar de eso, confiese palabras de amor: SEÑOR, te alabo por haberle concedido a mi hermana ese automóvil nuevo. ¡Me alegro porque la bendición está obrando en su vida! Luego, felicite a la hermana Susie. Comparta su emoción de la misma forma que le gustaría que ella la compartiera con usted.
Manténgase en fe y viviendo en amor. No deje que la envidia bloquee el curso de LA BENDICIÓN, y en poco tiempo, su automóvil nuevo estará también en el parqueo. ¡Y será la hermana Susie quien lo felicite a usted!