«Por tanto, es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que nos extraviemos»
(Hebreos 2:1)
Algo muy serio le ha estado sucediendo al Cuerpo de Cristo. A menudo, hemos permitido que el mensaje de fe y justicia se desvanezca.
No hablo solamente de aquellos creyentes que han estado rodeados de religión y que nunca han oído del poder que tienen en Cristo Jesús. Hablo de los que hemos oído la Palabra y hemos conocido lo emocionante de vivir por fe.
Por ejemplo, en mi propia vida, hubo ocasiones en que oraba por sanidad. Decía todas las palabras correctas: Gracias Dios, creo que recibo… Pero por dentro pensaba: ¿Por que será que Dios no me sana?
Aunque decía que creía que estaba sano, en realidad no era así. Había dudado de la promesa de Dios, creyendo lo que mi cuerpo decía, en lugar de lo que la Palabra de Dios me garantiza.
No me importa cuánto tiempo lleves como creyente o cuánto tiempo tengas practicando los principios de fe. Tu fe en las promesas de Dios fácilmente puede decaer y de ocurrir, te costará muy caro.
Quizás digas: “Pero si caer en incredulidad es tan fácil, ¿cómo podemos evitarlo?”.
En Hebreos 4:11 leemos: «Procuremos, pues, entrar en ese reposo, para que nadie siga el ejemplo de los que desobedecieron».
Nosotros debemos esforzarnos. No estoy hablando de trabajar con nuestras manos y nuestros pies o de luchar para conseguir que Dios haga algo, sino de pasar tiempo en la Palabra de Dios, aferrándonos por la fe a las promesas de Dios día tras día. Debemos escuchar la Palabra, y no permitir que se desvanezca.
Mantente firme en la Palabra. No cometas el error de pensar: “Yo sé todo ese asunto de la fe. Sé cómo recibir mi sanidad”. No te debilites, o uno de estos días el diablo te tomará desprevenido y te robará sin que te des cuenta. Por el contrario, profundiza más en la Palabra de Dios. ¡Trabaja! Se diligente para evitar que tu fe decaiga, ¡y no caerás!
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