«¡Alabado sea el nombre del Señor desde la salida del sol hasta su ocaso!»
(Salmos 113:3)
Alaba a Dios. Alábalo por la mañana. Alábalo al mediodía. Alábalo por la noche. Si nunca has alabado a Dios en tu vida, entonces comienza ahora mismo. Alábalo por la libertad que tienes. Alábalo por la sanidad y por el Calvario. Alábalo por el Nombre de Jesús.
Cuando vayas hacia tu trabajo o a tu casa, deberías hacerlo dando gritos de alabanza. Si hay algo que el diablo no puede soportar, es la alabanza.
Si le has quitado territorio al diablo y él viene en tu contra para recuperarlo, no es el momento de quejarte ni de lamentarte de lo difícil que están las cosas; tampoco es hora de pensar que Dios se ha olvidado de ti.
Es hora de sumergirte en la Palabra y volver a aferrarte a las promesas de Dios. Es hora de poner esas promesas constantemente frente a tus ojos y en tu corazón. Es tiempo de hacer la oración de fe y estar firmemente apoyado en lo que Dios ya te ha concedido y es momento de seguir haciendo las cosas que sabes hacer.
Cuando Satanás comience a sacudir tu montaña, no mires buscando la salida, ni te escondas. Háblale a la montaña con la autoridad que posees en el nombre de Jesucristo. Y luego, una vez que hayas acabado con ese pequeño problema, empieza a gritar con alabanzas tu victoria.
No tienes que temerle a Satanás; al contrario, ¡él estará temeroso de ti!
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