«El fruto del (Santo) Espíritu [la obra que Su presencia realiza en su interior] es amor, gozo (contentamiento), paz, paciencia [un temperamento moderado y paciente], gentileza, bondad [benevolencia], fidelidad, amabilidad, [mansedumbre-humildad], dominio propio [autocontrol…].»
(Gálatas 5:22-23, AMP)
Cuando se enfoque en vivir una vida de amor, le animará saber que no debe luchar por conseguirla. El amor no vendrá como resultado de sus propios esfuerzos. Pues éste es el primer fruto del espíritu, y se produce gracias a la vida de Dios que se encuentra en usted.
En realidad, desde el momento en que usted nace de nuevo, recibe todo el fruto del Espíritu en su interior. Siempre será parte de su espíritu renacido, pues su espíritu está hecho a la imagen de Dios. El SEÑOR le otorgó Su propia naturaleza divina, y el fruto del Espíritu forma parte de Su naturaleza.
Usted se preguntará: “Si eso es cierto, entonces ¿por qué no he visto más evidencia de esa verdad en mi vida? Me he esforzado mucho por ser amoroso y generoso. He luchado, y pareciera que no puedo lograrlo”.
Esto se debe a que el fruto no se produce actuando en nuestras propias fuerzas. ¿Ha visto alguna vez la rama de un árbol de manzana luchando, esforzándose y tratando con todas sus fuerzas de producir manzanas? ¡Seguro que no! Pues la rama sólo debe conectarse al árbol. El mismo proceso natural que le da vida a la rama del árbol, es el que se lleva a cabo para que se produzcan las manzanas.
De acuerdo con las palabras de Jesús, lo mismo ocurre con nosotros. Él dijo: «Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada» (Juan 15:5, NVI).
A medida que permanezcamos en Jesús, −invirtiendo tiempo en Su presencia y teniendo comunión con Él en oración y en Su Palabra−. Su vida fluirá a través de nosotros y daremos fruto en nuestra vida. ¡La fuerza de Su Espíritu hará que el amor en nuestro interior se desarrolle en el exterior!
¡Alabado sea Dios!, podemos vivir una vida de amor —no en nuestras propias fuerzas, sino con sólo permanecer en Jesús—. Cuando nos enfoquemos en hacer lo necesario para permanecer en unión y comunión con el SEÑOR, produciremos frutos en abundancia. Así como la uva es el resultado natural de estar conectado a la vid, el amor es el resultado sobrenatural de permanecer conectados a Jesús. ¡Él es la vid del amor!