«Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas. Y por haber oído estos decretos y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres. Y te amará, te bendecirá y te multiplicará…»
(Deuteronomio 7:11-13)
Cuando era joven no asistía mucho a la iglesia. (Traté de hacerlo, pero no era tan buena en eso). Cuando asistía, lo único que enseñaban las prohibiciones establecidas por Dios. No recuerdo haber escuchado a alguien hablarme acerca del amor de Dios, entonces imaginé que Él era alguien que sólo hacía reglas y que no quería que tuviera ni un poco de diversión.
Ahora sé que yo no era la única que tenía esa idea errónea. Muchos lectores de la Biblia han visto la lista de leyes que Dios dejó en el Antiguo Testamento, piensan que las estableció porque es un Dios duro y exigente; pero nada podría estar más lejos de la verdad.
Lo que sucedía en ese tiempo de la historia es que Dios se encontraba en un dilema. Debido a la desobediencia del hombre, el diablo había obtenido una licencia para operar en la Tierra. Adán y Eva le abrieron la puerta para que pudiera hacer su voluntad sobre la humanidad, y fue puesto en libertad para matar, robar y destruir.
La raza humana había caído bajo la maldición del pecado, y Dios quería proveerles una salida. A pesar de su rebeldía, Él aún los amaba y deseaba abrir un camino para que regresaran a Sus alas protectoras; a fin de darles refugio, protección y provisión una vez más. Ésa fue la razón por la cual Él les dio la ley.
La ley del Antiguo Testamento era verdaderamente asombrosa. Tenía mandamientos espirituales como: “No tendrán dioses ajenos delante de mí”, y si hubieran obedecido; habrían evitado que las fuerzas demoníacas los dominaran y los lastimaran. Otro mandamiento era “No matarás”, y esto prevenía que la gente se lastimara y se dominara entre ellos mismos.
La ley levita también dio instrucciones que les permitía vivir seguros en un mundo que había sido corrompido por el pecado. La historia revela que la ley que Dios les dio, como la de lavarse las manos y la purificación; protegía al pueblo de Dios de las enfermedades y dolencias que destruían a otras naciones. Y cuando se enfermaban, tenían mandamientos que podían seguir, también estaban los sacerdotes para que pudieran recibir la sanidad de parte de Dios.
Además, Dios les habló de la redención venidera que proveería por medio de la sangre de Jesús, les dio la promesa de la libertad espiritual que vendría. ¿Por qué? Porque en ese entonces Dios era, y continúa siendo hoy en día, un Dios bueno. Le ha abierto un camino a las personas de todos los lugares y de todos los tiempos para que entren en la BENDICIÓN. Aún en ese entonces, Él era un Dios de amor.