Nuestro Dios, quien es amor, no quiere que nadie muera en su pecado. Sin embargo, desde el principio los seres humanos escogieron seguir su propio camino, en lugar de seguir el camino de la vida en Dios. Por la tendencia que tiene el ser humano a hacer el mal, Dios estableció un sistema de justicia para nuestra protección desde el principio del tiempo —un sistema que incluye una sentencia de muerte para algunos crímenes y comportamientos inmorales—.
Leamos Ezequiel 33:
«Tan cierto como que yo vivo, dice el SEÑOR Soberano, no me complace la muerte de los perversos. Sólo quiero que se aparten de su conducta perversa para que vivan. ¡Arrepiéntanse! ¡Apártense de su maldad, oh pueblo de Israel! ¿Por qué habrían de morir?» (versículo 11, NTV).
«Si el hombre justo se aparta de la justicia y comete acciones inicuas, por causa de sus malas acciones morirá. Pero si el impío se aparta de su impiedad y actúa con justicia y rectitud, entonces vivirá» (versículos 18-19).
Creemos que el concepto de que Dios instituyó gobiernos con el poder para ejecutar un juicio contra aquellos que hacen maldad, aún permanece vigente en los días del Nuevo Testamento. (Lee Éxodo 21, 22, 31, 35; Levítico 20, 24; Números 1, 3, 15, 18, 35; Deuteronomio 13, 17, 19, 21, 22, 24; Josué 1, 7, 20; Jueces 6, 20, 21; 2 Reyes 14; 2 Crónicas 15; Ezequiel 33; Juan 19:10-11, y Romanos 13).
Sin embargo, lo primero que notamos al evaluar la pena de muerte a la luz de la Palabra de Dios, es que Dios prefiere que las personas se arrepientan; en lugar de aplicarles en la pena de muerte (Salmos 107:8-21; Ezequiel 33:7-20; Juan 8:4-12; romanos 6:20-23, 11:25-36; 2 Corintios 5:17-21, 7:10; 1 Timoteo 2:1-6; 2 Timoteo 2:19-26; 2 Pedro 3:9).
Lo segundo que vemos, es que la intención de Dios nunca fue que la pena de muerte fuera ejecutada apresuradamente en aquellas personas condenadas, sólo para buscar venganza; sino que en lugar de eso, toda la evidencia sea examinada por un Consejo en un juicio equitativo (Números 35:12; Deuteronomio 19:9-13).
Lo tercero, es que debemos reconocer que Dios prohíbe que a cualquier persona se le ocasione la muerte con evidencia circunstancial (Números 35:12, 35:30; Deuteronomio 17:2-7, 19:9-13, 19:16-21).
Finalmente, debemos ver que Dios prohíbe que los hijos sean castigados por los crímenes de sus padres (Deuteronomio 24:16, 2 Reyes 14:6).
A través de las Escrituras, vimos cómo puede cumplirse la pena de muerte cuando ésta es hecha por un gobierno que sigue los lineamientos de la Palabra de Dios. Dios les ha dado una gran responsabilidad a los gobiernos (Romanos 13:1-10), y también a nosotros el Cuerpo de Cristo, nos dio una gran responsabilidad, la cual consiste en actuar como ministros de reconciliación hacia aquellos que tienen necesidad de salvación (2 Corintios 5:18-21). Tal vez no tengamos la oportunidad de juzgar si un hombre o mujer debería ser libre de la sentencia de muerte, sin embargo, tenemos la oportunidad de compartirles el evangelio.