No. Por muy importante que sea el bautizado en agua, sabemos de varios ejemplos que el bautismo en agua no es lo que salva a una persona. Lo que salva a una persona es el nuevo nacimiento, el cual surge de tener fe en la sangre derramada de Jesús, en confesarlo como tu Señor y en creer que Dios lo levantó de los muertos (Efesios 1:7; Hebreos 9:22; Apocalipsis 1:5; Romanos 10:9-10).
Algunas personas han pensado que la cita de Hechos 2:38 vincula el bautismo en agua con la salvación: «Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo».
Pero veamos este versículo en el contexto de lo que estaba sucediendo. El apóstol Pedro había terminado de impartir un sermón con respecto a uno de los temas más interesantes que existen: la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesús. Este mensaje contenía tanto poder, que en la Biblia se menciona que afectó el corazón de quienes lo escucharon. En Hechos 2:41, leemos que con alegría recibieron su Palabra y fueron bautizados, y que ese día más de 3,000 almas se unieron a la Iglesia. Entonces creyeron que la Palabra que recibieron las personas las hizo nacer de nuevo, no el bautismo en agua.
Mientras que el bautismo en agua no es necesario para ir al cielo, sí juega un papel importante en la vida del creyente. El bautismo en agua representa un entierro, pues al entrar al agua se genera un punto de contacto que ayuda a liberar la fe y a aceptar con tu mente lo que ya sucedió en tu interior cuando por fe aceptaste lo que Cristo realizó por ti a través de Su sangre.
Cuando una persona es sumergida en agua durante un bautismo, observa como su antigua naturaleza muere, es enterrada y desaparece. Cuando es sacado del agua, debe verse a sí mismo resucitado como una nueva criatura y con una vida nueva. En otras palabras, el bautismo en agua, es la señal visible de que una persona ahora está muerta al pecado y vive para Dios (Romanos 6:11-13).