Para responder esta pregunta, nos ayudaría entender por qué fueron instituidas las promesas. Las promesas se instituyeron en los tiempos del Antiguo Testamento, y para evitar disputas debido a que las personas no eran honradas. En situaciones críticas, sus palabras no eran suficiente garantía para la otra parte involucrada. Por tanto, las promesas se establecieron debido a la falta de integridad.
Una promesa no es algo que deba tomarse a la ligera. Desde el principio, hacer promesas ha sido algo muy serio. Cuando se hacía una promesa en el nombre de Dios, Su nombre, su reputación y su integridad eran puestos en juego. Y si esa promesa no se cumplía, la persona que había hecho la promesa estaba en pecado. Y hacía quedar mal a Dios con aquellos que sabían acerca de esa promesa; y la situación se convertía en una piedra de tropiezo para aquellos que no conocían al Señor. Por esa razón, cuando se hacía una promesa, se hacía con extremo cuidado para que el nombre de Dios no fuera difamado.
Lo más recomendable es hacerlo todo de la manera mas sencilla, y cumplir lo que has dicho. Jesús nos dijo en Mateo 5:34-37: «Pero yo digo: ¡no hagas juramentos! No digas: “¡Por el cielo!”, porque el cielo es el trono de Dios. Y no digas: “¡Por la tierra!”, porque la tierra es donde descansa sus pies. Tampoco digas: “¡Por mi cabeza!”, porque no puedes hacer que ninguno de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno» (NTV).
Tu sí, o tu no, debe ser sincero e integro, a fin de que la persona con quien deseas entrar en acuerdo, vea que eres una persona que cumple su palabra. No tienes que recalcar tus palabras con otras palabras, atribuyendo una promesa, compromiso o juramento.