En las Escrituras no se habla específicamente de la incineración. La decisión de incinerar tu cadáver o el cadáver de alguien más, es algo que debes confiarle a la paz que el Espíritu Santo le dé a tu corazón: “Permitan que la paz (la armonía del alma que viene de parte) de Cristo gobierne (actúe como un árbitro continuamente) en sus corazones [decidiendo y resolviendo con irrevocabilidad todas las preguntas que surjan en su mente, en un estado de paz] el cual [como miembros de Cristo] y como un cuerpo también fueron llamados [a vivir]” (Colosenses 3:15, AMP).
Para las personas que han sido incineradas, y a las que les han quitado un órgano en una cirugía, o tienen alguna extremidad amputada; sabemos que para la resurrección les será restaurado un cuerpo perfecto e incorruptible (1 Corintios 15:42, 44). Dios tiene anotadas todas las partes de nuestro cuerpo en un libro (Salmos 139:16). Incluso ¡Dios sabe cuántos cabellos tienes en tu cabeza! (Mateo 10:30). Cuando los muertos en Cristo resuciten, todo será restaurado en su forma glorificada.