En primer lugar, te recuerdo que no estás sólo en esto. ¡En una ocasión, el apóstol Pablo también enfrentó el mismo dilema! En Romanos 7, él dijo: “Yo sé que no existe nada bueno dentro de mí, me refiero a mi carne… Pues he fallado en poner en práctica los buenos deseos que anhelo hacer, sin embargo, los malos deseos que no quiero hacer; son los que en realidad [siempre] hago” (versículos 18-19 traducción libre de The Amplified Bible).

En los versículos 24 y 25, Pablo pregunta (y responde) la misma pregunta que tú te has estado haciendo: “¡Oh, soy un hombre… miserable! ¿Quién me librará…? ¡Oh gracias Señor! —¡Él me librará! ¡Por medio de Cristo, el Ungido, nuestro Señor!”.

Pablo encontró su liberación en Jesús, y ¡es ahí en donde tú también la encontrarás!

La clave para obtener la victoria sobre ese pecado, está en habitar en Jesús y en mantener Su Palabra morando en tu interior. En una de las últimas conversaciones que Jesús tuvo con Sus discípulos antes de Su crucifixión, Él habló acerca de ese tema con ellos. Y les dijo que fueron lavados, gracias a la Palabra que Jesús les había enseñado. Les prometió que, si continuaban morando en Él, y permitiendo que Sus Palabras permanecieran en ellos, obtendrían lo que pidieran. ¡A eso le llamo victoria!

La Palabra de Dios tiene el poder dentro de sí misma para vencer el pecado. Lo único que debes hacer, es depositar esa Palabra en tu interior para que obre, dándote el poder para vencer el pecado en tu vida. Jesús también dijo que: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra [meditando y siendo conscientes de ella] seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».

Así que, dale el primer lugar a la Palabra de Dios en tu vida. Toma la decisión de actuar conforme a ella y dedícale tiempo. ¡Y muy pronto comenzarás a disfrutar la libertad y la victoria que has estado esperando!