Respecto al tema de darle libertad a una persona, tenemos buenas noticias para ti: ¡existe libertad por medio de la Palabra de Dios! Cualquier cosa que mate, robe, y destruya proviene de Satanás (Juan 10:10), y Jesús vino a la Tierra con el propósito de destruir las obras del enemigo (1 Juan 3:8). ¡Así que existe libertad!
La atadura a hábitos destructivos, es el resultado del pecado y de la muerte en el mundo; los cuales entraron a través de la caída del primer hombre, Adán. Si el hombre nunca hubiera caído, no tuviéramos este problema. Y la razón es la siguiente:
Cuando Dios creó al hombre, lo creó para ser gobernado por el espíritu. Esto significa que era dominado por su espíritu, el cual estaba unido con Dios; pues fue creado a Su imagen. Por lo tanto, sus deseos eran piadosos. Como un ser gobernado por el espíritu, no estaba sujeto a la atadura del alcohol, las drogas, al cigarrillo, u otros hábitos destructivos.
Cuando el hombre cayó, le cedió su voluntad a Satanás. Y fue en ese punto, en donde le pasó la autoridad a Satanás, una autoridad que Dios le había dado al hombre; y fue así como se convirtió en un ser gobernado por la carne. La esclavitud es el resultado de ser gobernado por la carne.
Sin embargo, Jesús lo cambió todo. Pues se hizo carne para tomar el pecado, y condenó al pecado en la carne (Romanos 8:3); y por medio de eso, nos liberó de la autoridad de Satanás. A través de Su muerte, sepultura, y resurrección; Jesús pagó el precio del pecado. Aunque permaneció sin pecado, Él tomó esa penalidad como si hubiera pecado. ¡Esa penalidad la teníamos que pagar nosotros! Siendo nuestro sustituto, Jesús buscó una forma para que naciéramos de nuevo, y poder ser gobernados por el espíritu de nuevo. Cuando aceptamos lo que Jesús hizo por nosotros y nacemos de nuevo, la carne ya no puede gobernarnos más. Pues somos liberados del dominio de Satanás. Lo único que ha alejado a muchas personas para que vivan en esa libertad, ha sido la venda que Satanás puso sobre sus ojos. Como creyente, tienes la autoridad de derribar cualquier fortaleza del enemigo (por ejemplo, quitar el velo de los ojos), a través de la oración de intercesión.
Así que, comienza a interceder. Ordénale a Satanás que suelte a los que amas. Hazle saber que no le permitirás seguir gobernando. Párate en la brecha y declara lo que Dios ha manifestado. Luego, ministra el amor de Dios a través de tus conversaciones y de tus acciones.
No hagas que las personas se sientan avergonzadas. Muchos han pensado que pueden avergonzarlas para que dejen sus hábitos, criticándolos y diciéndoles cuánto han desagradado a Dios. Sin embargo, eso no funciona. El comportamiento negativo como lo son: la crítica y la contienda, pueden entorpecer tus oraciones. (Lee 2 Timoteo 2:24-26). Lo único que hará que los demás quieran vivir una vida piadosa, es dejando que el amor de Dios fluya de ti.
La luz del amor de Dios fluyendo de tu interior, dispersará la oscuridad en la vida de las personas que amas. Hasta que finalmente, las personas que amas ¡vengan al lugar para ser gobernados por el Espíritu Santo, en lugar de ser gobernadas por la carne!
junio 23