Ha habido mucha discusión con respecto a si la salvación es para toda la humanidad, o si sólo está reservada para un grupo especial de gente selecta, a quienes Dios ya eligió para nacer de nuevo (comúnmente se le llama: Predestinación). Pero una respuesta sencilla la encontramos en Hechos 2:21: «Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».
Es la voluntad de Dios que todas las personas sean salvas y vengan al conocimiento de la verdad. Dios anhela tener comunión con cada persona. Y al mismo tiempo, desea que cada persona lo ame y tenga comunión con Él. Por esa razón, Dios nos dio la libertad para escoger —y así podamos elegir a Dios por voluntad propia porque deseamos tener una relación con Él—.
La Biblia sí se habla acerca de que Dios tiene conocimiento de las cosas futuras (presciencia) con respecto a la salvación. Pero esto se refiere a que Dios vio en un futuro la necesidad de un Salvador para redimir a la humanidad del pecado. Por medio de la presciencia, Dios creó la provisión para nosotros, a fin de que volvamos a tener una buena relación con Él; a través de la sangre de Jesús (2 Corintios 5:18-20; Romanos 5:9-10; Colosenses 1:20).
La gracia, las promesas y la provisiones de Dios, al igual que las advertencias de castigo, son para toda la humanidad. Ninguna persona es escogida, electa, conocida con anticipación o predestinada para ser salva o para que se pierda sin la responsabilidad de que su decisión personal sea considerada. Pues Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34-35).
Dios dejó la elección del destino de la humanidad sobre sí misma (Josué 24:15). Dios organiza cada una de nuestras vidas para ayudarnos a tomar la decisión correcta; sin embargo, en última instancia, la decisión es nuestra.