La Biblia nos da instrucciones claras para recibir la salvación. En Romanos 10:9-10 leemos: «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo.» Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para alcanzar la salvación».
Ahora leamos Hechos 3:19: «Ahora pues, arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a Dios para que sus pecados sean borrados» (NTV). La frase “vuelvan a Dios”, es una parte importante del proceso. El arrepentimiento no necesariamente quiere decir que sentirse arrepentido por las cosas malas que has hecho. La palabra “arrepentimiento”, significa haber cambiado totalmente de pensamiento y dirección —un cambio completo—. Cuando una persona recibe a Jesús como el Señor de su vida, está cambiando en su totalidad el curso de su vida y está, por definición, arrepentida.
Debemos entender una verdad fundamental: la sangre de Jesús pagó el precio de todos nuestros pecados. Eso quiere decir que el pecado no es lo que envía a las personas al infierno, sino rechazar a Jesús y Su obra de redención en la Cruz. Podríamos pasar toda una vida manifestando que nos sentimos mal por todo lo que hemos hecho, sin embargo, eso no nos dará la salvación. Lo único que nos da la salvación, es confesar con tu boca que Jesús es el Señor, y creer en tu corazón que Dios lo resucitó.