A cada creyente se le dio una medida de fe, pero eso no es todo; Jesús dijo que dicha medida es más que suficiente para que cada creyente pueda mover montañas (Marcos 11:23).

Desde el momento en que nacimos de nuevo, hubo mucha fe a nuestra disposición. Por tanto, ¿cómo desarrollamos esa fe en nosotros para enfrentar los retos de la vida diaria? La Biblia responde esta pregunta de forma muy clara: «Así que la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios» (Romanos 10:17). Y para iniciar ese proceso, averigua qué ha dicho Dios al respecto. Abre tu Biblia y descubre lo que te pertenece.

Después, toma esa Palabra y conservarla frente a tus ojos, en tus oídos y en tu boca, como se nos indica en Proverbios 4:20-22: “Hijo mío, atiende mis palabras; considera y obedece a mis razones. No permitas que se aparten de tu vista; guárdalas en el centro de tu corazón. Porque son vida para los que las encuentran, sanidad y salud para todo su cuerpo” (Traducción libre de The Amplified Bible).

También a disposición de cada creyente se encuentra un poderoso medio para edificar su fe: orar en el espíritu. En Judas 20, dice: «Pero ustedes, amados hermanos, sigan edificándose sobre la base de su santísima fe, oren en el Espíritu Santo». Orar en otras lenguas es un ejercicio espiritual. A medida que inviertes tiempo todos los días orando en lenguas, mantienes tu espíritu activo en lugar de pasivo.

Estar a la expectativa de actuar en una mayor fe y esperar más resultados es parte natural del crecimiento espiritual. Y Dios ha hecho este proceso fácil, al tener comunión con Él prestándole atención a las promesas de Su Palabra.