¡Tú eres perdonado! Y es muy importante que seas consciente de ello. Sin importar qué hayas hecho, Dios te perdonó en el momento en que le pediste y recibiste Su perdón. Al mismo tiempo, es importante que comprendas que perdonar no impide que circunstancias indeseables se presenten en nuestra vida como resultado de nuestra desobediencia.
Por ejemplo, los creyentes pueden cometer adulterio u otra forma de inmoralidad sexual, y después pedirle perdón a Dios. Aunque pidan perdón un embarazo, una enfermedad, un divorcio y un dolor emocional aún continúan siendo el resultado de ese pecado (Proverbios 2:16-19, 5:15-23). Otro ejemplo, podría ser el de los cristianos que quebrantan la ley y van a la cárcel o a prisión. Una vez más, ellos pueden pedirle al Señor por Su perdón, sin embargo, si no sucede un milagro de Dios, tendrán que cumplir su sentencia.
La ley de la siembra y la cosecha indica que todos recibiremos las consecuencias de nuestras acciones. Darle lugar al diablo jamás producirá buenos resultados. Desobedecer a Dios le abre la puerta a Satanás para traer a nuestra vida toda enfermedad y dolencia para destrucción y muerte. Una de las claves para impedir que Satanás y su destrucción vengan a nuestra vida es obedecer a Dios (1 Juan 5:18).
Vivir en obediencia no siempre es fácil, sin embargo, podemos recibir la gracia de Dios que nos da poder para vivir por encima de todos los planes del enemigo. Servimos a un Dios bueno que nos ama y puede librarnos de cualquier mal si confiamos en Él (Salmos 103:1-5). Y si alguna vez cometemos un error, es importante que comprendamos que Jesús está dispuesto —y preparado— para perdonarnos y limpiarnos de nuestro pecado. Sólo debemos pedirle que nos limpie, y después recibir Su perdón (1 Juan 1:5-10).