Para entender el término “nacer de nuevo”, necesitas entender que Dios no modifica el comportamiento –Él no nos ha provisto nada menos que el regreso a Su sueño original para el ser humano−. Nacer de nuevo, quiere decir ser restaurado a la imagen y semejanza de la creación original de Dios, tal y como está descrito en Génesis 1 y 2. Juan describió esto al comienzo de su evangelio:
«En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra. La Palabra estaba en el principio con Dios. Por ella fueron hechas todas las cosas. Sin ella nada fue hecho de lo que ha sido hecho» (Juan 1:1-3). ¿Quieres saber cuál era la intención de Dios cuando te creó? Mira a Jesús. Cuando Dios creó al ser humano, le sopló aliento de vida, creándolo a Su imagen y semejanza. Luego, le dio a la humanidad la autoridad de gobernar en la Tierra (Génesis 1:26-28).
Obviamente algo salió mal. El ser humano se salió de su destino original al romper la comunión con Dios, otorgándole su voluntad al ángel caído, Lucifer, a quien también conocemos como Satanás (o el diablo). En ese momento, Adán nació de nuevo de la imagen y semejanza de Dios a la semejanza y naturaleza de Satanás. Esta muerte espiritual, o separación de Dios, fue transmitida de Adán a todos los seres humanos (Romanos 5:12).
Y ésa fue la razón por la que Jesús vino –para liberarnos del dominio de Satanás (Colosenses 1:13), y para restaurarnos a la naturaleza y semejanza de Dios (2 Corintios 5:21)−. Una vez que la persona acepta la obra que Dios hizo en Jesús a través de la Cruz (al destruir el poder que Satanás tenía sobre la humanidad), se convierte en una nueva creación. Es nacido de nuevo a la semejanza y naturaleza de Dios (2 Corintios 5:17).
La forma en que nacemos de nuevo, la encontramos en Romanos 10:9-10. En ese pasaje encontramos que debemos confesar a Jesús como nuestro Señor, y creer en nuestro corazón que Dios lo levantó de la muerte. Nacer de nuevo, nos coloca de vuelta a la comunión con Dios; la cual Adán disfrutó antes de pecar. Y nos convertimos en hijos de Dios (1 Juan 3:2).
La Palabra de Dios obrará a favor de cualquier persona que la practique. Esta es la historia de la Cruz: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). «Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8).
Te rogamos que tomes la decisión de aceptar a Jesús como tu Señor, y comienza a relacionarte con Dios; y ¡eso durará toda la eternidad! ¡El cielo no sería el mismo sin ti!