Ésta es una pregunta fundamental en la vida. Para muchas personas, a la pregunta se le adhiere una más: “¿Por qué permite Dios que sucedan cosas malas?”. Sin embargo, ése es un pensamiento equivocado. Nunca entenderemos por qué suceden cosas malas, si antes no entendemos que la muerte y la destrucción, definitivamente no son la voluntad de Dios para el ser humano. Dios creó a la humanidad para que sea buena, y puso al hombre en un hermoso huerto, pero a causa del pecado que cometió por su propia voluntad, la raza humana cayó, y necesitaba salvación (Génesis 1:26-31; Génesis 3).
Dios le dio al ser humano el dominio sobre la Tierra para bendecirla, sin embargo, cuando él pecó, le otorgó el dominio que tenía al diablo (Romanos 5:12; 2 Corintios 4:4). Ahora, hay alguien suelto en la Tierra, su nombre es Satanás. Jesús nos advirtió en Juan 10:10: «El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante» (NTV).
Los terribles eventos, desastres naturales, y catástrofes pueden ser causados por muchas cosas. Y esto incluye: las malas decisiones (Deuteronomio 30:19), la naturaleza pecaminosa del ser humano (Santiago 4:1-10), el diablo y sus huestes demoniacas (Juan 10:10), y por último las fuerzas de la naturaleza; las cuales han sido corrompidas desde que el pecado entró a la Tierra (Mateo 24:7). La Biblia dice en Santiago 4:1-10, que la violencia, las guerras, y las batallas provienen del corazón del hombre. Muchas personas escogen rechazar el consejo de Dios, y el resultado de esas acciones es la muerte.
Cuando cosas malas te sucedan, echa toda tu ansiedad en Dios; y Él se encargará de ellas (1 Pedro 5:7). Él te mantendrá en perfecta paz, siempre y cuando tu mente esté puesta (o enfocada) en Él (Isaías 26:3). En Isaías 54:7 dice: «No saldrá victoriosa ninguna arma que se forje contra ti…».
No permitas que ninguna situación te robe lo que sabes acerca del amor de Dios y Su fidelidad con Su Palabra. Dios es un Dios bueno todo el tiempo (Salmos 145:9). Él dijo en Jeremías 29:11: «…yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el SEÑOR—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza». No existe nada ni nadie que pueda cambiar esa promesa.