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Pregunta del día

febrero 26

Yo estoy dando, pero ¿por qué no estoy recibiendo?

Dar, sólo abarca una parte de la prosperidad. Sin embargo, para poner en práctica las leyes de la prosperidad financiera en su totalidad, también debes recibir.

Un claro ejemplo de esta verdad lo vemos en la respuesta que el apóstol Pablo le dio a la iglesia de Filipos con respecto a sus dádivas. Pablo les había recomendado enviar sus ofrendas financieras; y en más de una ocasión, les manifestó que estaba agradecido no sólo por lo que había recibido, sino por lo que ellos también recibirían: «No es que yo busque dádivas. Lo que busco es que abunde fruto en la cuenta de ustedes» (Filipenses 4:17).

Cuando Pablo les llamó a sus dádivas: «…sacrificio aceptable, de olor fragante y agradable a Dios», él compartió la plena confianza que tenía que a cambio de eso: «…Dios suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (versículos 18-19).

En este pasaje vemos que la ley espiritual para la prosperidad está conformada por ambos aspectos: dar y recibir. Como creyentes debemos poner en práctica nuestra fe, no sólo buscando cuánto vamos a dar y en donde lo vamos a sembrar; sino también recogiendo la cosecha de las semillas que hemos sembrado. Segar es muy importante porque siempre hay más personas que el Señor pondrá en nuestro camino para bendecirlas, y el Señor nos dará el poder para bendecirlas al recibir las buenas cosas que Él tiene para nosotros.

Tener lo suficiente para cubrir nuestras necesidades personales, en realidad es una bendición por la que debemos estar agradecidos. Sin embargo, ante los ojos de Dios eso no es suficiente. Pues la verdadera prosperidad consiste en tener la capacidad de suplir también las necesidades de otros —espirituales, del alma, del cuerpo, financieras, y sociales—. Cuando suplimos las necesidades de otras personas, nuestras dádivas comienzan a darle la alabanza a Dios.