fbpx

Finanzas

Por qué hacer confesiones positivas es importante

Las palabras tienen poder. Éstas pueden lastimar o bendecir. Sin embargo, el poder de las palabras va mucho más allá del impacto que tienen en nuestras emociones. Nuestras palabras tienen un poder sobrenatural —un poder que puede cambiar las circunstancias y formar nuestro destino.

De hecho, esa única habilidad que tenemos de escoger y hablar palabras; es la que nos diferencia del resto de la creación de Dios.

El ser humano fue creado a la imagen de Dios, y no sólo fueron los pensamientos; sino también las palabras que Dios utilizó para crearnos a nosotros y al Universo en el cual vivimos. Cuando Él declaró: «¡Que haya luz!…», fue creada la luz.

Las palabras son el medio que Dios utiliza para obrar. En Hebreos 11:3, describe cómo funciona el principio de la creación: «Por la fe entendemos que Dios creó el universo por medio de su palabra, de modo que lo que ahora vemos fue hecho de lo que no se veía».

Las palabras son espirituales, y conllevan poder. En Proverbios 12:14, dice que seremos saciados con el buen fruto de nuestra boca.

Este proceso comienza con la salvación. El hombre que estaban perdido lo hizo cuando declaro que Jesús es el Señor de su vida: «…La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón. Ésta es la palabra de fe que predicamos: «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, pero con la boca se confiesa para alcanzar la salvación» (Romanos 10:8-10).

Confesar no se trata de negar hechos físicos y circunstancias temporales. Se trata de declarar lo que Dios, quien nunca cambia, dijo acerca de los resultados y permanecer firme creyendo en fe, hasta que todas las condiciones temporales se alineen con Su eterna declaración.

Confesar es una parte vital de nuestro crecimiento como creyentes. Jesús nos indicó esto al describir la importancia de hablar las palabras de Su Padre, y no las Suyas: «Entonces Jesús les dijo: …nada hago por mí mismo, sino que hablo según lo que el Padre me enseñó… Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos» (Juan 8:28, 31). En respuesta al interrogante de cómo se les manifestaría a Sus discípulos después de Su resurrección, Jesús les respondió: «…El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir. El que no me ama, no obedece mis palabras; y la palabra que han oído no es mía, sino del Padre que me envió» (Juan 14:23-24).

David, el rey de Israel entendió esto. Pues alineó su alma —su mente, su voluntad y sus emociones— con la Palabra de Dios al decir: « ¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones! » (Salmos 103:1-2).

Confesar la Palabra de Dios no es mentir. No estamos tratando de manipular a Dios para que haga algo. Los beneficios que Él nos dio en Su Palabra, ya nos pertenecen y ¡Satanás está tratando de robárnoslos!

El proceso de creer y confesar, es lo que nos otorga cada beneficio de nuestra salvación prometida en la Palabra de Dios; los cuales vienen del cielo a nuestras vidas. Cuando le dices a alguien que estás sano porque la Biblia asegura que: «Por Sus llagas fuimos sanados», estás declarando una verdad. Pues Jesús ya te redimió de la maldición de la ley (Deuteronomio 28; Gálatas 3:13).

Las palabras revelan lo que en realidad creemos. Jesús dijo: «…Porque de la abundancia del corazón habla la boca. Porque por tus palabras serás reivindicado, y por tus palabras serás condenado» (Mateo 12:34, 37). Por esa razón, es importante declarar lo que Dios dice. No lo hagas para que los demás te escuchen, sino para que tu alma reciba las instrucciones de lo que debe creer, y esté de acuerdo con esa confesión; en lugar de estar de acuerdo con los síntomas de tu cuerpo, los problemas de tu vida y el temor basado en los pensamientos y en las palabras que escuchas de las demás personas que te rodean.

¿Cómo le damos la gloria al Señor? Al honrar las palabras que ha declarado y demostrando nuestra confianza en Dios. El primer paso para poner en práctica nuestra fe en Su Palabra, es estar de acuerdo con Ésta y declarar lo mismo que Él.

Obedecer las palabras de Jesús es más que sólo declarar lo que Él dijo. Se trata de vivir como Él vivió. Jesús no vivió para hablar y hacer algo que no había escuchado o visto hacer al Padre primero. Como Sus discípulos, nuestras palabras deben estar alineadas con lo que el Padre ha declarado de nosotros. Cuando declaramos Sus palabras en fe, éstas conllevan el mismo poder para cambiar cualquier circunstancia, de la misma forma que lo tuvieron, cuando Dios le habló a la Creación para que existiera.

El ministerio de Jesús para con nosotros hoy en día, también incluye Su posición como Sumo Sacerdote de nuestra profesión o confesión (Hebreos 3:1). La palabra profesar significa: “Decir la misma cosa”. Cuando declaramos sólo lo que Dios ha dicho, Sus palabras tienen el mismo poder cuando las declaramos en fe con nuestros labios, así como cuando Él las declaró por primera vez. Jesús, como nuestro Sumo Sacerdote, se asegura que las palabras que el Padre declaró se cumplan en nuestra vida. Por esa razón, en Hebreos somos instruidos a que «mantengamos firme y sin fluctuar la esperanza que profesamos [confesamos] porque fiel es el que prometió» (10:23; leer también 4:14).

A continuación, encontrarás cinco confesiones básicas que puedes usar para que puedas disfrutar todo lo que Dios ha reservado para ti:

1.    Jesús es mi Señor.
Filipenses 2:9-11

“Confieso el completo señorío de Jesucristo. Jesús es el Señor sobre todo y medio la autoridad. Y a medida que confiese Su Palabra y Su nombre, y resista a Satanás en Su nombre; Satanás tendrá que doblar sus rodillas”.

2.    No me preocupo.
1 Pedro 5:7; Salmos 37:23-24

“Echo todas mis cargas en Jesús porque Él me cuida y me sostiene mientras guía mis pasos”.

3.    Nada me faltará.
Salmos 23:1; Filipenses 4:19

“El Señor es mi Pastor. Nada me faltará. Pues mi Dios suple todas mis necesidades conforme a Sus riquezas en gloria por medio de Cristo Jesús”.

4.    Soy libre de cualquier pecado, enfermedad, tristeza, preocupación y temor.
Isaías 53:3-5; Mateo 8:17; 1 Pedro 2:24

“Cada pecado, enfermedad, dolencia, tristeza y preocupación fue echado sobre Jesús para que yo pueda ser libre de ellos. Por tanto, soy perdonado, sano, tengo salud y estoy bien. Vivo en salud divina”.

5.    Jesús me hizo sabio, justo, santo, santificado y redimido.
1 Corintios 1:30; Colosenses 2:10

“Confieso que Jesús es mi sabiduría, mi justicia, mi santificación y mi redención. Sólo en Él estoy enteramente completo”.

 

Sigue cambiando tus circunstancias llenando tu corazón con la Palabra de Dios. Confiesa estas verdades y otros versículos bíblicos, a fin de que las palabras que salgan de tu boca sean palabras que transformen tu vida. ¡Permite que tus palabras se alineen con la Palabra de Dios!