Estos principios son los que Kenneth y yo usamos como fundamento de una vida próspera―y también como la mantenemos.
— Gloria Copeland.
- Caminar en la verdad. Esto significa caminar a la luz de la Palabra de Dios, de acuerdo con Sus caminos, Su sabiduría y lo que Él ha dicho que es correcto. No me refiero a sólo leer las escrituras que hablan acerca de la prosperidad. Prosperas cuando llevas un estilo de vida o vives de acuerdo con todas las palabras que Dios te ha dicho.
- Fidelidad. Sé fiel en continuamente meditar en las promesas de la Palabra, hasta que éstas se hagan realidad en tu vida.
- Diligencia. La Palabra repetidamente nos dice que debemos buscar con diligencia a Dios, escucharlo, y obedecer Sus mandamientos. Deuteronomio 28:1-2 dice que cuando lo haces, las bendiciones te alcanzaran, pues Él: «…sabe recompensar a quienes lo buscan con diligencia (Hebreos 11:6). Y como Proverbios 10:4 dice: «…las manos diligentes conducen a la riqueza».
- Diezmar. El diezmo es una transacción de pacto, la cual involucra a Dios en lo que estás haciendo. El primer 10 % de tus ingresos —el diezmo— le pertenece a Dios. El diezmo está dedicado a Dios, y es usado para ayudar a los ministerios que te sustentan espiritualmente. Por medio del diezmo honras a Dios con tu dinero, permitiéndole bendecirte de manera sobrenatural.
- Sembrar. Después de diezmar, debemos sembrar de acuerdo con lo que Dios pone en nuestro corazón, y con una actitud correcta. La palabra hebrea para ofrenda, se deriva de una palabra que significa: Acercarse. Nosotros nos acercamos a Dios con nuestras ofrendas. En la Segunda carta a los Corintios 9:6 dice: «…El que poco siembra, poco cosecha; y el que mucho siembra, mucho cosecha». La Escritura de manera clara dice que cosechas lo que siembras (Gálatas 6:7). Si quieres recibir, entonces tienes que ser un dador.
- Creer. En la Biblia leemos en repetidas ocasiones: «…El justo por la fe vivirá» (Romanos 1:17; Gálatas 3:11; Hebreos 10:38). Abraham fue bendecido porque vivió por fe. Le creyó a Dios. Y nosotros debemos vivir de la misma forma: «De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham» (Gálatas 3:9).
- Declarar. La fe debe estar en dos lugares: en tu corazón y en tu boca. «Lo que dice es: «La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón». Ésta es la palabra de fe que predicamos» (Romanos 10:8). Creer en tu corazón, y lo confesarlo con tu boca produce la operación de la fe. Jesús dijo: «Porque de cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “¡Quítate de ahí y échate en el mar!”, su orden se cumplirá, siempre y cuando no dude en su corazón, sino que crea que se cumplirá». (Marcos 11:23).